1

52 2 0
                                    

Su corazón latió una vez. Estaba perdido en algún lugar lejano del cosmos que no podía reconocer, hacía frío y no tenía peso en su cuerpo, la oscuridad lo acompañaba en su errante paso. Sin estrellas, sin sol, sin luz y con un corazón que dolía cuando su mente no era capaz de recordar porque.

Su corazón latió dos veces. Estaba encerrado y todo a su alrededor se confundía como ondas de sonido que con el traqueteo de la maquinaria se desfiguraba, borroso, estridente, el calor sofocante.

Su corazón latió tres veces. Un elegante cetro dorado fue puesto sobre sus manos, brillando en azul cerca de la punta metálica, la tarea de recuperar lo que alguien más deseaba, el deseo de venganza, de conquista sumado a su odio en el que la tristeza se había sofocado.

Su corazón latió cuatro veces. La nave nodriza que los superaba en al menos diez veces su tamaño apareció al otro lado del cristal, lenta, masiva y mortal con una promesa de muerte contundente.

Su corazón latió cinco veces. Puso a una mujer aesir junto a su bebé en una de las múltiples naves de escape que proveía la nave que robaron del gran maestro, los cubrió con un velo invisible cuando un soldado invasor se apresuró a su dirección, con el arma cargada y el uniforme goteando de rojo.

El bebé se asustó cuando el miedo de su madre se filtró en el agarre que toda madre usa cuando sabe que está en peligro, apretando al pequeño sobre su pecho para evitar que le sea arrebatado y el llanto llamó la atención.

Confundido, el ser de piel grisácea se volvió guiado por el sonido cuando por detrás una daga afilada se abrió paso para atravesar su garganta ahogandolo con su propia sangre y cayendo inerte sobre el suelo.

La madre dirigió su mirada, aliviada y con lágrimas a su príncipe pese a la horrible imagen del cadáver, ella lo ignoró perfectamente y esperó a que Loki maniobrara los comandos de la nave, las coordenadas de Midgard, igual que todos los que pudieron evacuar.

La mano de la mujer se colocó con suavidad sobre su hombro, una mirada tierna propia solo de una madre y una asgardiana que tanto temía por sus gobernantes como si los amara y conociera personalmente. Él pudo ver en su mente el deseo que no podía decir y que tampoco podía cumplir.

- necesito ayudar a nuestro rey - la tristeza en sus ojos aumentó, cuando sacaba su mano para dejar cerrar la escotilla, ella lo tomó para que se acercara al niño, cabellos castaños brillantes, naturalmente hermoso, divino.

- gracias - susurró ella cuando liberó su mano, él solo asintió sellando la entrada.

Por una pequeña ventanilla miró a la nave desvanecerse lejos del peligro un par de segundos antes de tomar otro camino. El mismo hechizo que ocultó a la mujer se deslizó sobre él para volverlo invisible, pasó de largo a los soldados con los que no podía permitirse perder el tiempo directo a la zona más grande de la nave.

El temor que se deslizaba por su garganta no fue una ilusión pero lo trató como si lo fuera para controlarlo, hábil como era en el manejo de sus reacciones para no verse superado por otros cuyo poder era mayor, que eran amenazas a las que no podía ignorar por lo que su opción era burlar.

- han tenido el privilegio de ser salvados por el gran titán - la voz de uno de los hijos de Thanos llegó a él por el eco de los pasillos.

Justo a unos pasos de su destino, lejos de los guerreros invasores que todavía buscaban en la nave para purgar cualquier vida que encontraran, los hijos de Thanos se reunieron junto a su padre. Ninguno reparó en su presencia cuando emergió de las sombras, Midnight, la única de las hijas de Thanos que estaba presente todavía clavaba su lanza en los cuerpos todavía vivos pero heridos de su pueblo mientras el resto de ellos solo observaba.

Es mi lugarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora