Condena perpetua

Si el amor fuera un crimen

Soy el mayor criminal de la historia, pero de qué historia, en la que mi amor por ti es ilegal a tal grado que el solo pensar en ti es una sentencia más, en la que cada palabra que escribo hacia ti es una cadena perpetua que he de cumplir, que el solo dormir pensando en ti es el crimen más reprochable.

Quiero aclarar que mi amor no es normal, es la mezcla de obsesión, temor y locura; tu amabilidad y tu voz es el canto de mis mañanas, tus ojos el sol de mi atardecer y tu cuerpo el diamante más fino y colosal que estaría dispuesto a robar, aquel por el que tal vez podría hasta matar, el solo pensar en perderte me vuelve imprudente, degollaría mil personas con tal de volver a tenerte, no quiero exagerar al decirte que me he considerado el ser más odiado por Dios y no creo ser el más vil humano o una aberrante criatura pues no he hecho correr sangre entre mis manos, pero si he cometido un pecado, le he faltado al respeto al creador de todo por cometer el mayor de los pecados, he amado y deseado aprisionar de su cuidado a la más bella de sus creaciones, eh de ser el más avaricioso de todo el mundo, ¿y por qué lo seré?, por desear tenerte a ti, solo para mí y porque eres mi mayor pecado y sin duda el más divino que cometí, porque he de robarte un suspiro y de ser necesario de los brazos de otro, que, a mis ojos jamás va a merecerte, ni a adorarte como solo yo podré hacerlo, solo yo y mi egoísmo; mi afán de desear al ser más puro, gentil y benevolente me ha convertido en un despiadado asesino, porque he matado millones de mis fantasías y los más impuros de mis deseos cuando te veo y aunque sé que te deseo soy el mayor de los criminales y por eso ni yo te merezco.

Hoy en día me encuentro en lo más profundo de la oscuridad, escribiendo en pena y desdén pues te he perdido y consuelo para mí no ha existido, pero podré jurarte que ni el mayor de tus amores logrará entender mi amor por ti y que ni la mayor de las dichas, que es tenerte, le dará a entender que mi lealtad a ti va más allá de lo que el más fanático de los mortales le ha dado a Dios y aun así, encadenado y en lo más profundo del infierno que se ha vuelto mi hermético corazón, mi única luz y esperanza aquí es la de los recuerdos que tuve contigo mi ser incluso más divino que el mismo arcángel Gabriel.

Y sin el afán de aburrirte con mi más grande y mediocre carta de amor he de confesar mi acto más malvado, es el de haberte amado y lastimado, de haber cortado tus alas, pues tú, mi hermoso ángel mereces todo y yo soy nada y no es que me arrepienta de amarte como loco pero tengo que dejarte, y es que es, me considero a mí mismo el ser más despreciable, por haber tenido y arrebatado del cielo lo que nadie llegará a tener, la dicha de haber conocido a la encarnación del amor, por el cual me quitaría la vida y en esta declaración me arranco el corazón con tal de conseguir tu perdón, porque yo y sólo yo he sido capaz de amar a tan divino y glorioso ser y por esto soy lo peor, soy un insípido mortal que ha buscado un amor que no merece y de manera estúpida ha intentado bajar de su pedestal a un ángel puro y sincero, y tú por bondad te has agachado a mirarme y yo reaccionando como cualquier mortal a lo divino te he dañado y convertido en el más bello e inefable de mis caprichos y posteriormente en el mayor de mis crímenes.

Me despido, voy en camino a cumplir con mi condena, en el exilio y frío de tu vista, y ahora solo podré adorarte de lejos como uno más de tus cobardes enamorados, me he entregado a las autoridades correspondientes, arrepentimiento y castigo y ellos me han encarcelado en lo más profundo de la tristeza donde soy apodado el más cruel de los criminales y mi único compañero se llama despecho, él es ciego, lleno de ira y está al borde de la locura, no tiene idea de cómo he llegado hasta aquí y me pregunta -¿Qué has hecho para merecer este castigo?- Y yo le respondo-

He pecado, he cometido un crimen pasional y mi condena es perpetua.