CAPÍTULO ÚNICO.

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Sanemi por fin había salido del trabajo, era una noche tranquila y él estaba más que desesperado por llegar a casa.
Al entrar, anunció su llegada con el "estoy en casa" de siempre, aunque le pareció extraño no recibir respuesta.

        “¿𝐻𝑎𝑏𝑟á 𝑠𝑎𝑙𝑖𝑑𝑜?” se preguntaba, e inmediatamente después de dejar su mochila y el gorro de oficial de policía junto con la placa, se dedicó a inspeccionar la cocina con el objetivo de encontrar a su pareja.

        Y no fue hasta que revisó la mesa del comedor que se dio cuenta de que había una nota, la cual decía:

        ᥴᥙᥲᥒძ᥆ ᥣᥣᥱgᥙᥱs ᥲ ᥴᥲsᥲ, ᥱᥒ𝗍rᥲ ᥲ ᥒᥙᥱs𝗍rᥲ һᥲᑲі𝗍ᥲᥴі᥆́ᥒ. Aһі́ 𝗍ᥱ ᥱs⍴ᥱrᥲ ᥙᥒᥲ s᥆r⍴rᥱsᥲ.
                                                               —𝓚.

        No tenía dudas puesto que era la caligrafía perfecta de Kanae, así que únicamente sonrió e hizo caso.
Emprendió el camino hacia su alcoba a paso tranquilo y al estar frente a la puerta giró la manija, para posteriormente ver que el espacio estaba a oscuras, siendo iluminado nada más por la tenue luz de una lámpara que irradiaba un color rojo que él nunca antes había visto.

        —¿Kanae? —preguntó al vacío, algo desconcertado y aún en el marco de la puerta. Pasaron tan sólo unos pocos segundos para que se diera cuenta de que sobre la cama reposaba un cuerpo que era cubierto por una bata de noche.

        —Buenas noches —saludó la figura con una voz tranquila y sensual, mientras que simultáneamente bajaba de la cama y se aproximaba hacia él con una lentitud casi insoportable, al tiempo que meneaba la cadera al dar cada paso.

        Finalmente quedó frente al hombre, y cuando lo tuvo delante de ella lo observó escanear su cuerpo sin pudor ni disimulo.
La fémina se acercó más y lo tomó por la corbata, a lo que el pobre ingenuo se inclinó creyendo que su esposa le daría un beso. Cosa que nunca llegó.

        De un momento a otro se percató de que su corbata ya no era parte de su vestimenta, y que ahora Kanae la sostenía con una mano.

        —A la cama —ordenó ella, acto seguido le dio un pequeño empujón en el pecho para que obedeciera. Y efectivamente, cayó sentado sobre la cama que compartían desde hace años. Él al parecer aún seguía sin entender la situación, aunque no negaba que le estaba gustando.

        Una vez sobre el colchón, la de largos y oscuros cabellos dio su siguiente orden.

        —Oficial Shinazugawa, levante las manos —pronunció subiéndose al mismo lugar y colocándose entre sus piernas sin tocarlo. El albino al escuchar esto emitió una pequeña risa, aunque al notar la seriedad en la mirada de su contraria hizo lo pedido.

        La —antes— Kocho tomó sus manos y las colocó en su espalda, a lo que él se mantuvo quieto y así aprovechó para atarle ambas muñecas con la corbata que le había quitado.

        Sanemi aún no sabía con exactitud qué era lo siguiente que iba a hacer, y es que le parecía sumamente extraño que su cónyuge se estuviese comportando de esa forma, aunque esta nueva actitud no le disgustaba y por el contrario, lo tenía encantado.

        Luego de que estuvieron listas las ataduras, la más baja volvió a su posición inicial y con una elegancia innata retiró cuidadosamente la bata de noche que cubría su cuerpo, acabando con la barrera que esta imponía para evitar que el de las cicatrices admirara su ser.

        La suave tela se deslizó por todo el mapa de su voluptuosa anatomía y finalmente cayó al suelo. Revelando una lencería color negro de encaje que apenas ocultaba sus senos y su zona íntima, siendo estos cubiertos por finísimos hilos que formaban lo que parecía un traje de baño de dos piezas. Sanemi la contempló embobado.

Tócame, siénteme. [SaneKana].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora