Santa Biblia Reina Valera 1960 - Salmos 85
11 La verdad brotará de la tierra,
Y la justicia mirará desde los cielos.Fue un problema conseguir tiquete para viajar, afortunadamente Fabricio me hizo el favor en su jet privado.
Por primera vez en su vida fue amable conmigo.
Llegamos a los Angeles California y lo primero que hice fue pedirle a Fabricio que me llevará con Deimond.
Fuimos a salir del avión y vaya sorpresa la que nos esperaba.
Cerré los ojos al quedar eclipsada por el flash de tantas cámaras.
Me tapo la cara con la mano mientras Fabricio lo único que hace es posar y asegurarse de quedar bien en las fotos.
—¡Solo publiquen las bonitas! —le dice a los camarógrafos.
Ellos asienten mientras toman muchas más fotos.
Hago lo posible por cubrirme la cara para no aparecer en una revista.
Siempre aparecí en revistas por ser modelo, no por escándalos, gracias a Dios.
Trato de descender del avión, pero es misión imposible, todo el lugar está lleno de camarógrafos, periodistas y muchas personas más.
Es como si hubiera acabado de llegar el presidente.
—me temo que nos vamos a tardar un poco aquí, así que será mejor esperar a que lleguen mas escoltas para que puedan controlar la multitud, —dice Fabricio con superioridad —así que mientras tanto yo voy a aprovechar el desorden.
Suspiro con impaciencia al ver que la fama lo a cegado por completo, incluso le hizo olvidar que su amigo está hospitalizado.
Yo mientras tanto estoy que me muero de la angustia al saber que posiblemente cuando llegue, ya lo habran desconectado.
«Lo más seguro es que ni siquiera lo encuentre vivo».
Mientras que Fabricio responde a las preguntas de los periodistas y firma uno que otro autógrafo.
Yo recuerdo todos los momentos que pase al lado de Deimond, pasan como camara lenta en mi memoria.
Recuerdo la última vez que lo ví y me siento culpable ya que esa vez le dije que él era la causa de todas mis desgracias.
Al ver que no hay forma de salir, me vuelvo hacia dentro del avión, me siento mientras lágrimas ruedan por mis mejillas.
Tomo mi teléfono y sin pensar marco el número de Deimond con el anhelo de que su madre conteste y me diga que aún no lo han desconectado.
—lo sentimos —habla la computadora —pero el número que acaba de marcar está fuera de uso.
El teléfono se cayó de mi mano.
«Eso solo quiere decir algo».
«Deimond fue desconectado y su madre se deshizo del teléfono».
Lloro de manera desconsolada mientras me lamento por haber sido tan dura con Deimond, lo más triste es que ni siquiera quedamos en buenos términos y por mi culpa está así, porque si estaba borracho era por mi.
Minutos después.
De pronto se me ocurre una algo.
Llamo al teléfono de la señora Morgan con el deseo de que me diga que Deimond todavía vive.
El teléfono timbra sin respuesta alguna, mientras tanto la incertidumbre se apodera más de mi, e incluso estoy temblando.
A mí mente viene el sueño que tuve anoche y eso me hace sentir peor.