01. Se busca institutriz

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Londres, Inglaterra.
1879.

—¿Gusta ir conmigo a buscar un libro de anatomía humana, señorita Reiss?—

—Sería un placer, duque Kirschtein.—

Ambos jóvenes de la alta sociedad se dirigieron a la biblioteca de la residencia Blouse, el baile al cual fueron invitados resultó aburrido a su parecer, así que matar el tiempo "estudiando" era una buena opción según el castaño. Sujetó la mano de la chica rubia guiándola a escondidas por los pasillos, localizando la biblioteca. Una vez los dos dentro, Jean cerró la puerta y se abalanzó contra la señorita Reiss, presionando sus labios contra los suyos de forma desesperada.

Sujetó la cintura de la rubia y la alzó hasta dejarla sentada sobre el escritorio, ignorando por completo los papeles que se encontraban ahí. Coló sus manos por debajo del vestido de Historia Reiss, tocando sus blancas piernas y sacándole un jadeo a la ojiazul. A Jean no le interesaba el matrimonio, no creía que existiera una mujer tan bella y cautivante como para querer compartir su vida con ella el resto de sus días, ni quería cerrarse a la oportunidad de estar con varias señoritas lindas. Sus labios eran veloces tanto en los besos como en pronunciar palabras encantadoras, dejando embelesadas a las damas.

Pero nada de eso le servía
si no sentaba cabeza.

—¡Jean Kirschtein!— Su madre abrió las puertas de la biblioteca, encontrando a su hijo con la chica rubia.

—D-duquesa.— Tartamudeó Historia, apartándose de Jean rápidamente. —No es lo que...—

—Regrese al salón principal, señorita Reiss.— La interrumpió con molestia. —Tengo asuntos que hablar con mi desobediente hijo.—

El castaño ni siquiera se sorprendió de que su madre lo interrumpiera—ya lo había hecho en ocasiones pasadas—, simplemente rodó los ojos y vio como Historia salía de la biblioteca, cerrando la puerta avergonzada.

—Ya estoy harta de tus aventuras.— Volvió a hablar su madre, furiosa. —¿¡Qué tal si alguien más entraba, ah!? ¡hubiera sido un escándalo!—

—Entonces a la próxima le pongo llave a la puerta.— Respondió burlón.

—No tienes remedio.— Negó con la cabeza, decepcionada y molesta. —Debes de tenerle respeto a las damas, cortejarlas como se debe, ¡buscar una esposa que te acompañe y dé hijos!—

—No necesito casarme para hacer un bebé.— Sintió un ardor en su mejilla cuando la palma de su madre se estampó contra ésta, dándole una cachetada.

—¡Es todo, no voy a tolerar más tus groserías!— Se dirigió hacia la salida, tratando de pensar en un plan para que su hijo cambiara.

—¡¿Y qué vas a hacer?! ¡¿encerrarme en una torre?!—

—¡Si es necesario para que aprendas a comportarte como un caballero, entonces sí!—

Salió hecha una furia de la biblioteca y caminó hasta el jardín de los Blouse, a diferencia de las demás mujeres que tuvieron varios hijos e hijas, ella sólo había podido concebir a Jean. Le angustiaba pensar que si su único hijo no se casaba, el linaje de los Kirschtein acabaría en un abrir y cerrar de ojos. Claramente quería lo mejor para Jean, después de todo, era un duque.

—¿Pasa algo, duquesa Kirschtein?— La voz de lady Hange Zoé interrumpió sus pensamientos.

—Todo está en orden.— Contestó nerviosa. —Sólo acabo de tener algunas diferencias con mi hijo, pero nada que no se pueda resolver.—

—Otra vez quiso ensuciar la pureza de alguna dama allá dentro, ¿no es así?— La duquesa soltó un suspiro, sintiéndose atrapada por la castaña.

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