Capítulo I

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Comenzó una inusual mañana de sábado. El estrés lo había mantenido en vela toda la noche, acababa de salir de la cama y ya estaba cansado, pero se negó a aplazar su alarma, era una costumbre muy arraigada el levantarse antes que el sol.

Discretamente el trabajo que le asignaban estaba disminuyendo, las juntas también, sabía que estaban buscando reemplazarlo y no podía hacer nada al respecto, además, por mucho que doliera ya iba siendo hora de que dejara la vida de oficina y se tomará un tiempo para sí mismo.

Era justo lo que planeaba hacer ese día, un paseo por el centro comercial con su hija y uno de sus amigos. Los chicos se graduarían pronto, su única hija, Ochako Bakugo, le pidió que los acompañará, quizás porque quería pasar tiempo con su padre, quizás porque esa excusa que le dió era real y en serio necesitaba que ayudará a su amigo a escoger un traje decente para la graduación.

Se movió por la habitación recogiendo un par de cosas, haciendo la cama, buscando algo que no fuera un traje de oficina para usar. Recordó entonces que su estúpido y entrometido mejor amigo había planeado una cita para él ese mismo día, con una mujer de otra empresa; si decidía que no valía la pena intentarlo podría cancelar la reunión, fingir que estaba enfermo o demasiado cansado, pero las formalidades podían irse al carajo, aquella mujer no era una cliente a la cual convencer de asociarse con ellos, podría mandarla a la mierda y a nadie le importaría un demonio.

En medio de su monólogo interno se metió en la ducha, dispuesto a quedarse ahí el tiempo suficiente para decidir si acaso no era mejor quedarse soltero el resto de la vida y un día morir en su feliz pero trágica soledad.

Estaba quitando los últimos rastros de espuma cuando escuchó la campanilla de la entrada, muy probablemente el amigo de Ochako había llegado, para mala fortuna su irresponsable mocosa seguía dormida, estaba seguro de ello, Ochako no podía alistarse sin tener la música a todo volumen aunque fuera tan temprano.

Maldijo para sus adentros, pero salió apresurado a recibir a las visitas, apenas teniendo oportunidad de envolverse una toalla en la cintura.

En cuanto abrió la puerta vió una sonrisa tímida que titubeó por un instante, luego pareció que ese chico de pecas sufrió un corto circuito, su rostro se coloreó de rojo en un instante y cuando notó que estaba mirando demasiado apartó la mirada.

—B-buenos d-días, s-soy Izuku Midoriya, e-estoy buscando a Ochako… —tartamudeó.

Bakugo devolvió el saludo de buenos días con cortesía, al tiempo que invitaba al chico a pasar. Lo invitó a sentarse en algún sitio de la sala, luego aferrándose a su toalla con una mano, fue hasta la habitación de Ochako, con ella no tuvo tantas consideraciones, tocó a su puerta con toda la potencia de su brazo y gritó a todo pulmón:

—¡Si no estás lista en menos de treinta minutos solo llevaré a Izuku!, ¡apresúrate o te dejamos!

Izuku pudo escuchar desde la sala el grito de terror que soltó su mejor amiga por la forma brusca en que fue despertada, pudo haberse reído por la situación, si no hubiera tenido una intensa mirada escarlata puesta sobre él.

—Dame cinco minutos para vestirme, te prepararé algo para desayunar —dijo el señor Bakugo en un tono más amable, para luego desaparecer en su habitación.

El chico no alcanzó a ofrecerse a cocinar, lo dejaron solo con las palabras en la boca. Luego recibió un mensaje de Ochako, su amiga estaba suplicándole que sin importar lo que tuviera que hacer no dejará a su padre salir de esa casa hasta que ella estuviera lista. Izuku rió mientras le respondía que mejor se vistiera rápido, su padre no parecía bromear con lo de dejarla.

Al cabo de quince minutos el señor Bakugo reapareció en la sala vestido con unos jeans y una camiseta negra que se ceñía a su torso, dejando a la vista eso que Izuku pudo ver con lujo de detalle minutos atrás.

Síndrome del corazón roto [Katsudeku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora