Prólogo

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Tras un último destello de luz, solo gobernó el silencio, ni el llanto de los bebés o el desconsuelo de las madres podían escucharse, las casas estabas destrozadas, la tierra había quedado infértil, se rasgaba creando deslaves y temblaba de impotencia, los mares se descontrolaban hundiendo las costas, islas y los barcos que intentaban cruzarlo, el viento rugía con fuerza, destrozando y llevando todo a su paso con sus fuertes vientos, el fuego consumía todo lo que tocaba, dejando solo cenizas y carbón.

La guerra había consumido todo lo que existía, dejando solo desolación y muerte.

Los guardianes habían dado sus vidas para proteger la creación de Dios, pero ni sus más grandes fuerzas habían logrado detener a aquel traidor, que con mentiras se robó una parte del ejercito celestial.

Aquella guerra fue apodada como la Guerra celeste, la traición de un guardián fue suficiente para arrasar y romper el equilibrio que se había creado, dejando solo dolor e injusticias.

El apocalipsis fue sellado y sus siete llaves fueron esparcidas por todo el espacio multidimensional, buscando a los nuevos guardianes, aquellos que mantendrían un equilibrio entre el bien y el mal, la luz y la oscuridad, pero hasta que fueran encontrados, seguiría la fractura.

Desde los cielos, observando todo lo que había en la tierra, el que ahora era nombrado como el serafín más fuerte de todos, miraba la escasez de agua potable y comida, contemplando lo difícil que era para el ser humano y las otras especies sobrevivir al nuevo mundo árido que los rodeaba. Con aquella muñeca de trapo en su mano aparto la mirada con frustración, dirigiéndose al trono de Dios.

Y desde ahí, la historia cambio para todos y para siempre.

Rosa de LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora