PRÓLOGO

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Italia, Roma
El vaticano, 13/09/1830...

Diana estaba sentada en un banco blanco y hecha de piedra que estaba en el jardín trasero del monasterio en donde residían las monjas del vaticano, después de todas las actividades que realiza al comenzar el día; “la primera oración del día a las 6:30 de la mañana, seguido de tras haber pasado una hora realizan la misa con laudes(que es la primera oración, la liturgia de las horas), luego sus tareas domésticas y artesanales, a las 9:00 rezan la tercia la sexta y la nona, y luego la atención espiritual”...

A pesar de gustarle la vida que lleva y sobre todo tiene la total certeza de su amor  y su devoción por el señor Jesucristo, suele tomarse unos minutos de descanso hasta las doce en ese jardín, estaba tomando aire, contemplando las flores que las gustaba, y las aves que volaban sobre su cabeza.., todo estaba muy tranquilo lo único que rompía el silencio en ese  lugar era el silbido de los pájaros y la brisa invisible pero no silenciosa que pasaba, la gustaba estar allí, la gustaba estar sola, en ese hermoso jardín, ella lo comparaba al paraíso y decía que se sentía más cerca de Dios cuando estaba allí..

Al cabo de un tiempo, una paloma vino, y se posó en el pequeño estanque de agua que estaba allí, Diana lo miró atenta, veía como el ave bebía del agua del estanque tan gustoso y plácidamente, y le gustó mucho esa paloma, entonces sacó de su cartera, un trozo de pan que comenzó a cortar en pequeños pedacitos para llamar la atención de aquel ave, y lo consiguió, el ave se acercó y comenzó a comer de los trocitos pequeños de pan de molde que Diana tiraba en el suelo, el pequeño pico del ave picoteaba y tragaba del pan, y viendo esto Diana, sonrió gustosamente, porque de repente comenzó a escuchar la voz del señor...

(...)

Tras la abadesa ordenar a la hermana Olivia que buscara y que dijera a la hermana Diana que viniera a encontrarla en su despacho, porque tenía algo que decirla, Olivia rodeo todo el monasterio buscando sin éxito a la hermana Diana, después de no encontrarla en su habitación en donde casi suele estar siempre después de que terminaran sus actividades, o cuando se está en tiempos de recreo obligatorio.

Preguntaba a cada persona a la que encontraba por el camino en la inmensa abadía que se construyó desde hace ya siglos atrás, pero todos a cuantos preguntaba negaban diciendo lo mismo, y ella después de todo proseguía a seguir buscando:

__hermana helena, ¿ha visto a sor Diana?

__no, no la he visto, sor Olivia...

__gracias, seguiré buscándola... --tras marcharse, dejando a helena con las demás hermanas a las que estaba acompañada, decidió adentrase en una parte del monasterio en donde se hallaba el jardín inmenso de aquella abadía, lo cruzaba mirando de un lado a otro y escudriñando todos y cada uno de los rincones, pero seguía sin encontrarla, entonces, abre una puerta que dejaba atrás al jardín y daba entrada a uno de los sin fin de pasillos del monasterio, caminó, gritando por todos los rincones su nombre:

__hermana Diana... Hermana Diana... --y así siguió, hasta que por el camino, vio la puerta de la pequeña capilla que tenían para orar, estaba abierta, pensando de que quizás ella este allí, entra por esa puerta... Sigue caminado hasta llegar al lugar del culto, las ventanas estaban tapadas con cortinas así que la habitación estaba sumergida en una oscuridad, pero solo unas cuantas velas la iluminaban, siguiendo con su misión de encontrar a Diana, vio algo que se estaba moviendo cerca del altar, estaba agachada y de espaldas a ella, entonces no lograba identificar quien o que era, entonces fue cuando dijo:

__hermana Diana, ¿eres tú?  --aquella levantó la cabeza, y directamente la hermana Olivia supuso que era Diana por el color de su cabello oscuro, suspiró de alivio de que quizás al fin la haya encontrado...

dos Verdades y Una Mentira Donde viven las historias. Descúbrelo ahora