Cuarta vez

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La impotencia.

La ansiedad.

La ira.

Su irritabilidad no hacia más que ir en aumento gradual esos últimos tres años. Envenenaban su autocontrol y consumían su cordura, así como agrietaban poco a poco su relación con el joven Omega.
Descubrir su casta lo había llenado de gozo, pero la convivencia con Mike se fue en picada desde ahí.

Ya no podía permitirse las muestras de cariño que el antes cachorro hacia con él, al menos no podía permitirlas si no quería tener una erección terriblemente dolorosa. Tampoco podía inhalar muy cerca del adolescente sin que sus feromonas reaccionaran con un toque nada sutil de excitación y alerta que no haría más que alejar a posibles Alfas a la redonda o que marearían al muchacho hasta convertirlo en un Omega sumiso y complaciente ante él. 

Estuvo a punto de pasar ciertas vergüenzas frente a los Schmidt que, gracias a sus habilidades actorales, pudo disimular a tiempo. Y todo por culpa de ese delicioso y tentador mocoso.

Tan inocente. Mike no sabia lo que provocaba en él. Sin embargo, a veces pensaba que si realizaba ciertas cosas a propósito, pues era imposible que ese Omega lo acorralara en semejantes aprietos sin saber lo que hacía en verdad. 

Por supuesto que no. Michael Schmidt jamás se sentaria en su regazo, moviendo sus caderas de vez en cuando de forma suave y casi imperceptible, a propósito. Tampoco rozaría su nariz contra su cuello, para darle besos de despedida. Ni compartiría pequeños toques con sus dedos al saludarle, o con sus piernas bajo la mesa al cenar. Porque Mike era demasiado puro para hacer esas cosas con un doble sentido. Todo era fruto de su miserable mente.

Pero la gota que derramó el vaso eran los ciclos de celo en ambos. Eso no les permitía verse cada cierto tiempo y era una tortura aun mayor. Fue por eso que comenzó a alejarse. Por eso y porque el olor de ese fruto prohibido en cualquier momento lo haría cometer algo indecente.
No quería echar a perder la confianza que los Schmidt tenían con él solo por un descuido, como lo sería meterse con un menor en plena falta de sus facultades. William debía ser firme, esperar al menos un poco más. 

Mierda. Pero no contaba con que la distancia sería tan dolorosa. Ver la carita desamparada del castaño, leyendo en sus ojos la pregunta de “si hizo algo que molestó al Alfa para que este se apartara de él”, era un infierno.

Se refugiaba en la excusa de tener mucho trabajo, cosa que se estaba volviendo menos creíble. Ahora se le era más fácil percibir la tristeza del contrario en su pecho. Pero, ¿Qué más podía hacer?

Volver a tocar esa tersa piel y dejar marcadas las palmas de sus manos en ella, era todo lo que quería; empero, tenía que conformarse con alguna puta que las sobras de sus ahorros pudieran pagar. Trataba de conseguirlas caucásicas, pecosas y castañas, pero no era lo mismo. Ninguna lo satisfacía. Ni siquiera llegaba al orgasmo sin tener que imaginarse al muchacho apresado y gimiendo bajo él. Con su dulce boquita, previamente manchada de su espeso líquido blanco, desgarrándose a causa de los incontrolables sonidos de placer. Masacrando su roja entrada hasta que el Omega suplicara por piedad.

Él se sentía patético y podía notar el enfado en Michael si este arrugaba la nariz cuando visitaba la pizzeria. Seguramente el joven percibía las escandalosas esencias de las prostitutas sobre él. 
El pecoso no soportaba eso, así que se iba rápido del lugar sin siquiera verlo a los ojos. Todo eso mientras el mayor solo apretaba sus puños y mordía su lengua en un vago intento de retener los gruñidos de su Alfa interno.

Dicho despilfarro emocional lo llevó a incrementar sus asesinatos generando, por consiguiente, que la policía tuviera en la mira su pizzería como una pista en el caso de esos niños desaparecidos. Se había descuidado y por ello se vio a si mismo escondiendo los cadáveres dentro de sus animatrónicos antes de que la ley llegase con sus interrogatorios a investigar. 

Freddy's era un factor común dentro de los lugares frecuentados por los niños antes de esfumarse; aunque, la falta de evidencia desvió la atención de los oficiales de los alrededores de su restaurante. 

Se maldijo internamente pensando que las cosas no podían empeorar, pero si lo hicieron cuando Afton comenzó a sentir un olor intruso mezclado con el de Mike en los últimos días. Pronto conoceria a la culpable de eso.

Vanessa Shelly, una Alfa con un estúpido olor a durazno a la cual Mike presentó como su mejor amiga. Aunque era obvio que la chica tenía otras intenciones para con el muchacho, puesto que sino no lo hubiese marcado tan escandalosamente con su asqueroso aroma.
Oh…pero esa Alfa lo pagaría. Afton ya no aguantaba más con todo esto y esa tal Vanessa recibiría toda su frustración y enojo por querer quitarle a su preciado tesoro.

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Pie de manzana recién horneado, con un ligero toque a caramelo en el fondo. Esa era la esencia de Michael Schmidt, aroma que ahora golpeó su nariz con una variante agria. Aquello se debía al miedo y desesperación que el Omega transmitía. 

Justo ahora se encontraba frente a la puerta de su casa, temblando y suspirando por el llanto. Le pareció un deja vu, uno que le sorprendió muchísimo pero que también causó que su Alfa aullara de emoción en su pecho.

El menor olvidó la tensión que se había formado entre ellos durante ese tiempo, olvidó las formalidades y cualquier otra cosa que pudiera detenerlo de caer a los brazos del mayor en ese instante. Se dejó impregnar de aquel asfixiante olor a fuego y cayó embriagado ante la mezcla de ese atrayente whisky que tanto le encantaban del amigo de su padre. 

El chico de 16 se dejó hacer por las caricias del hombre de 37, en tanto continuaba llorando cual niño.
“Ella…ella se fue”, dijo en un susurro al lado de su oído derecho. La mejilla del menor tocaba su barba y bigote, generándole pequeñas cosquillas.

“¿Quién?”, fingió ignorancia. No se imaginó que la encontraran tan rápido. “¿Qué sucedió?”

“Vanessa, la hayaron colgando de una soga... en un árbol del parque, c-cerca… del instituto”

“Lo lamento mucho”, se permitió sonreír ya que Mike no podía verle. “No parecía una chica que necesitara ese tipo de ayuda”

“¿Por qué no confió en mí para decirme lo que le pasaba?”, dijo acordándose al fin para ver los ojos del contrario. “Pude haber hecho más”, se atoraba entre sus susurros y sollozos suaves.

La sonrisa de Will había desaparecido y en su lugar quedó un gesto lleno de profundo deseo solo para el menor. Sus ojos brillaban viendo con afán al contrario. 
“No es tu responsabilidad Mike, no te culpes por ella”, su nariz se dirigió hacia delante un par de centímetros suficiente para rozarla con la del menor. “No todo está perdido. Me tienes a mi, hoy y siempre”, sus alientos chocaron por la proximidad haciendo que una sonrisa cariñosa se posara sobre los labios de Mike.

Te extrañé, Willy”, habló en un hilo de voz. Acompañando a la atmósfera silenciosa y reconfortante, se inclinó para depositar un beso sobre la barbilla del más alto y luego reír por el vello de dicho lugar. Aquello sucedia mientras la piel de Afton se erizaba en respuesta al placer de esa insignificante pero magnífica muestra de afecto. 

Mike jugaba con fuego y Will tenia más material para sus fantasías de media noche. Michael ya había tenido el control sobre el Alfa demasiado tiempo, era hora de revertir los papeles. 

Decidió que era suficiente. No estaría lejos de su Omega un minuto más, aunque eso significara quitar del camino ciertos obstáculos…como el resto de la familia Schmidt. 

Solo la noche era confidente de dicha escena. Amor o deseo, infierno o paraíso …para William no había diferencia alguna.

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Pretty thingDonde viven las historias. Descúbrelo ahora