Vinieron pocas personas a mi funeral; fue después de cuatro días. Entre ellas reconocí a:
Marta, la cual lloraba desconsoladamente y sostenía en sus manos una pokéball de peluche.
Sus padres y su hermano pequeño, los cuales les decía que se tenían que ir pronto.
Mi madre, quien lo único que hacía era rezar por mí; quería que estuviese ya en el cielo.
Mi padre, solo puedo decir que asistió en cuerpo, pero estaba tan atareado que no pudo escuchar tan solo el "amén" del final. Luego dejó unas flores y se fue.
Sonia y Juan, no se estuvieron quietos ni un instante; toda la misa jugando a la nintendo y pellizcándose.
Lucía, que hubiese estado guapísima de no ser por los moratones y arañazos.
Su tía Flor, que no atendió. E, incluso, estuvo riéndose de los mensajes que le enviaba una amiga.
Esperanza y Sergio, que estaban al lado de Marta.
Algunos familiares y amigos de mis padres.
La muerte, quien seguía llevando la misma capa aunque nadie la o le viese.
Y el chico raro, que estaba sentado en la copa de un árbol, sonriendo de manera escalofriante.
- Nos tenemos que ir, Marta.- decían sus padres.
- ¡No, por favor! ¡Todavía no me he despedido de él! ¡No!- y se la llevaron a su coche blanco.
- Creo que nosotros también deberíamos irnos- propuso mi madre.
Y así hasta que se fueron todos excepto Lucía, Flor, la muerte, y el niño que tendría mi edad.
- Vámonos Lucía. Aquí ya no pintamos nada.- y, antes de irse, tiró el pikachu de peluche que le regalé. Después de eso, enterraron mi tumba con el pokémon entre mi cuerpo y la tierra que le cayó.
- Deberíamos irnos ya- dijo la muerte.
- No puedo- le contesté- quiero quedarme aquí para siempre.
- No puedes y lo sabes.
- Pues no quiero irme. Es decisión mía el quedarme aquí o no; y me quiero quedar.
- No es tuya, sino mía.
- ¡Pues no me voy!
- Eres un... ¿Eh? ¿Qué dices? ¿Porqué? Me pertenece ahora. No lo voy a liberar. No. He dicho que no. ¡Que te calles! ¡No! No lo dejaré libre. Me da igual los demás, este no. Me da igual si es diferente. ¿Me lo prometes? Vale, está bien, tú ganas. Niño, te dejaré libre. Dale las gracias a esta calavera estúpida.- de ella/él salió una luz blanca y desapareció.
Volví la vista atrás y el chico no estaba. Miré mi tumba y, con los ojos como platos, ví cómo ese niño robaba mi cadáver, todavía intacto, y se lo llevaba. Iba a perseguirlo, pero una persona apareció delante mía y me bloqueó el paso. Y no lo podía apartar porque era mi abuelo. Mi abuelo al que nunca conocí, ya que el día que nací, murió el unas horas antes. Lo reconocí por las fotos que me enseñaban mis padres. Lo abracé. Lo abracé lo más fuerte que pude y le dije que lo sentía mucho.
- ¿Porqué me dices eso?- preguntó con una sonrisa llena de arrugas.
- Porque... Porque... Porque por mi culpa moriste.
- No fue tu culpa. Yo era muy mayor.
- ¡No! Fue porque en el mundo hay un número de personas, y si alguien nace, alguien muere; y yo nací...
- Entonces, ¿cómo explicas que halla tanta gente en el mundo si antes no había casi nadie?
-Pues... Yo...- y me puse a llorar; no recuerdo si era de alegría o de tristeza.
- Venga, anda ya está. Si te portas bien, te enseño algo que te va a gustar mucho. Algo sobre fantasmas.
- Está bien, ya dejo de llorar.- y me sequé las lágrimas. El niño se escapó.
Mi abuelo me condujo hasta un parque enrome, lleno de animales, plantas personas y, cómo no, basura. Me enseñó las cosas que podíamos hacer los fantasmas; mover cosas, viajar rápido, desaparecer, poseer objetos y seres vivos, subir o bajar la temperatura, etc. Fue muy divertido asustar a las malas personas y ayudado a las buenas. Nos encontramos con más fantasmas, unos nos saludaban y charlábamos juntos, otros gritaban como locos, otros, estaban quietos, apartados de los demás.
- Bueno nieto, me tengo que ir.
- ¿Porqué, abuelo?
- Espero que pronto lo sepas...
Y su figura se fue difuminando hasta que desapareció. A partir de ahí recuerdo todo con más claridad. Al desaparecer mi abuelo, me fui a casa de Marta, quien estuvo cenando; eran las diez de la noche. Entré por la pared y la vi que seguía llorando. Cenaba sopa de letras con picatostes y huevo cocido.
- Perfecto,- pensé- ahora pondré a prueba lo que he aprendido con el abuelo.
Me concentré, tenía que hacerlo bien; tenía que comunicarme con Marta.
- Mamá, no tengo más hambre.
- Marta, no has comido casi nada.
- Después de lo que ha pasado hoy, cariño, no pasa nada si no cena. Yo también estaría así si hubiese fallecido cualquier amigo mío.- dijo su padre.
- Ha muerto, papá, ha muerto.
Lo tenía casi hecho, en la sopa de letras ya ponía "HOLA MARTA SOY FABIAN VEN AL BA..."; lo que me faltaba era una "Ñ", pero como la sopa venía de Inglaterra, no había. Así que puse una "I" encima de una "N" y lo terminé; "HOLA MARTA SOY BABIAN VEN AL BAÑO DE ABAJO". No lo vio hasta que su hermano le tiró de la manga y señaló el plato. Ella lo miró y ahogó un grito.
- No puede ser...- susurró- Está aquí...
- ¿Qué pasa hija?- preguntó su madre.
- Nada. Me tengo que ir al baño. Adiós.- y se fue corriendo.
Cuando llegó, dijo en voz baja: "¡Fabián! ¡Fabián! ¿Dónde estás?" Abrí los grifos de agua caliente y, en el espejo le puse: "Hola Marta, soy Fabián. No me he ido, ni me iré. Me quedaré aquí, contigo, protegiéndote de las cosas malas. Haré lo imposible para estés feliz. Te quiero mucho Marta. Y esta, es mi forma de demostrarlo." Cuando terminé de escribir, bajé la temperatura hasta niveles bajo cero, así que le puse una toalla encima de sus hombros. Con el vapor de agua y con la temperatura baja, se formaron pequeños cristales de hielo, que seguían flotado gracias a las corrientes de aire que yo provocaba. Solo podíamos sonreír. Claro está, ella no me podía ver. Con esos cristales le hice un collar y, con su móvil, le hice una foto conmigo, un selfie; sabía lo mucho que le gustaba. Salía ella en primer plano, y una mancha borrosa, que era yo, detrás. Ella todavía no lo sabía, pero no era el único que estaría con ella.
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Alguien entre nosotros
General FictionEsta es una historia de un fantasma que intentará ayudar a otros fantasmas y a sus familiares. Y a lo mejor a alguien más... Si quieres saber de qué puede ir esta historia, lee la introducción.