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Me levanté de la banca en cual estaba sentado, furioso conmigo mismo, por haberme creído el cuento que en verdad él quería arreglar las cosas, que idiota eres para creerte tal cosa, Bill.

« Te espero a las tres de la tarde, el lugar en donde siempre vamos, quiero que las cosas entre nosotros esté como antes »

Leí otra vez el mensaje, que incluso he perdido la cuenta de cuantas veces.

Sentí mis mejillas humedecerse, las lágrimas se desbordaban de mis ojos, parpadeé repetidas veces y llevaba el dorso de mi mano hasta quitarmelos.

- Hola, chico. – oí una voz a mis espaldas que me hizo parar en seco, asustado.

- Ouh.... ¿Hola? – le dije, sin mirarle, poniendo el montón de cabello que tenía detrás de mi oreja y lo dejé caer; tapando algo de mi rostro y no me viese porque sabía que el maquillaje había empapando mis mejillas, y no, que vergüenza.

- Te he visto maldiciéndole al celular, tocando la pantalla algo enojado, ¿estás bien? – su mano estrujaba mi hombro derecho, no muy brusco.

- S-si, me tengo que ir, adiós. – seguí mi camino, a un paso rápido. Solo quería llegar a casa después de haberme escapado, esperando que mi madre no se haya dado cuenta que no estaba. Otra vez esa voz me detuvo.

- Te puedo llevar a tu casa, no te ves tan bien que digamos.

- No, gracias.

Al llegar a la esquina giré hacia la izquierda, ví la hora de mi celular, eran las cuatro para las cinco, si que me quedé esperando con las esperanzas de que viniera, y nunca llegó.



Tomó su celular de sus pantalones, llamándoles a las personas que iban arruinar la vida de ese gatito, no todo, porque en que en realidad lo hará será él, él hará su vida un infierno.

- Háganlo. – dió la orden, colgando la llamada al instante, mientras con los brazos cruzados apoyaba la espalda en la pared de la esquina, y una escalofriante sonrisa.

Derrepente una camioneta negra con las ventanas completamente polarizadas giró en la esquina en dirección al pelinegro, dos hombres con el rostro cubierto salieron de la camioneta y tomarlo de los brazos, su celular había caído al suelo del susto. Uno de ellos le cargó en sus hombros y le metió bruscamente dentro.

Su sonrisa se borró, ¡cuántas veces tenía que decirlo!



- ¡Eres un idiota! Te repetí mil veces de que cuando lo agarraras no lo metieras de esa forma, capaz y le hacías daño, ¡no sabes lo importante que es!

El otro se disculpó, Tom resopló dirigiendo sus pasos hasta abrir la puerta, donde se encontraba aquel inocente gatito llorando con las piernas encojidas en su pecho, en la esquina de esa habitación que solo había un colchón.

Cerró la puerta detrás de él. - Hola, gatito.

El pelinegro al oír su voz levantó un poco la mirada con temor, la oscuridad no le permitía ver bien, así que escondió su cabeza entre sus rodillas, mientras abrazaba sus piernas más se apegaba a la pared.

La planta de sus zapatillas chocaban contra el suelo, haciendo eco en la habitación y aumentando el acelero de su corazón más que antes.

- N-no me h-hagas d-daño, por f-favor...

Ante sus ojos parecía ser, solo un gatito indefenso.

- No pienso hacerlo, no por ahora, gatito. – se arrodilló. - ¿cómo te llamas? – el toque en su cabello le hizo temblar de miedo, no se atrevía a mirar su rostro estando cerca. - ¿Eh?

El pelinegro se negaba, no quería decírselo, pero sabía que si no lo hacía sería peor y... ¡Todo era demasiado confuso! Y las ganas de llorar se apoderaban poco a poco de él.

- Levanta la cabeza. – dijo en tono demandante, serio, dándole la orden que lo hiciera.

Y con lentitud levantaba la cabeza, con su vista puesta en su regazo, no era capaz de verle a los ojos aquel chico de en frente.

- De cerca eres más bonito de lo que pensé que de lejos, gatito. – su dedo índice trazaba el puente de su nariz un poco rojiza de llorar de su "gatito", luego con el pulgar sus labios suaves. - no me respondiste, ¿cómo te llamas?

- N-no me hagas d-daño – sus ojos se cerraron con fuerza, su labio inferior temblaba sin control.

- Te dije que no lo haré, si es que me dices tú nombre, peero si no lo haces no me queda de otra, gatito. – nuevamente esa sonrisa estremecedora se hizo presente. Un gatito que podría golpear, un gatito que podria besar, un gatito que podría hacerle lo que sea porque sabía que se le haría imposible  defenderse. ¡Genial! - ¿me dirás?

- B-bill...

- Bill, me gusta ese nombre, es lindo, como tú. – la palma de su mano acariciaba la mejilla del contrario.

-¿Q-que me p-piensas hacer? Yo n-no he echo n-nada. – ladió la cabeza para alejar la mano de su mejilla siendo tocada.

- Ya lo tenía planeado, pero no quiero arruinar tan rápido a este gatito inocente. Y no, si piensas que esto es tipo de la mafia o algo parecido estás equivocado, solo... te tengo en mi casa. – Bill se atrevió abrir sus ojos, encontrándose a esa persona que antes le ofreció que le llevara a su casa, esa persona que supuestamente creía que estaba "preocupada" por él. - ¿Sabes que es lo mejor de todo? Es que esta habitación es para tí, ¿ves esa cama? – volteó la mirada para ver y volvió su vista a donde antes. - es donde dormirás, no iba a dejar que este lindo gatito durmiera en el suelo, a parte, también la usaremos pronto los dos. – ¿Pronto? ¿Y los dos?

Vió como el chico se levantaba para irse, Bill no se resistió hablar. - no m-me dejes a-aquí...

Tom se detuvo, sin girarse a verle. - Nos vemos mañana gatito. – y con eso, cerró la puerta.

Bill rompió en llanto.

Se cubrió el rostro con ambas manos, sin parar de llorar, arrepentido de haber salido de su casa, regañandose a sí mismo.

- Eres un estúpido Bill, ¡lo eres!

"𝗠𝗶 𝗚𝗮𝘁𝗶𝘁𝗼"  ;  𝗧𝗢𝗟𝗟Donde viven las historias. Descúbrelo ahora