CAPÍTULO 2

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Capítulo 2

Cuando acecha la verdad

21 de julio de 2023

La cabeza de Cora era inestable, imaginando miles de escenarios. Con su mano derecha tiraba de su cabello, en una forma de reprenderse por haber cometido el error de ser descubierta. Similar a cómo su madre lo hacía cuando desaprobaba su comportamiento en las fiestas familiares.

Exhaló con preocupación y corrió a las afueras del edificio para despejarse.

Silas desapareció antes de que ella llamara a la ambulancia, no era conveniente que se supiera que estuvo allí. Cora pensaba que, tal vez, las circunstancias jugarían a su favor y que podría convencer a su marido de que fue una alucinación. Volvió a entrar en ese edificio desanimado y lúgubre; el olor de los pasillos le revolvía el estómago. Su mente avivaba recuerdos de aquellas veces, donde su madre resposaba repleta de mangueras y soltando su último suspiro.

Para ella, era una tortura, mirar los largos e interminables pasillos, las lámparas que parpadeaban por la falta de electricidad y las ruidosas máquinas le provocaban mareos. El color verde que adornaba las paredes lucía asqueroso. La sala donde mantenían a Zaid poseía un aroma a pasta dental. La atmósfera se sostenía entre llantos, risas, esperanza y dolor. Cora lo detestaba, aunque no tenía opción.

Una enfermera, con traje celeste, de pies a cabeza, de cabello oscuro, la detuvo tocando su hombro un par de veces.

—Señora Torres, justo la buscaba. —La empleada sonrió con ternura—. El cardiólogo ya revisó a su esposo y le darán el alta en la noche. Necesitará reposo.

Cora se sorprendió por la rapidez de la atención; en general, solían pasar horas para localizar a un especialista y la espera podía durar meses. Aunque no quiso preguntar en ese momento. Le preocupaba mucho más que Zaid estuviera sano, por lo tanto, le devolvió la sonrisa a la mujer.

—Gracias. —Una palabra vacía que salió de sus labios, sin emoción agregada.

Eran las tres de la tarde, la hora de visita comenzaba hasta las cuatro. Caminó hacia una esquina solitaria para llamar a Silas. Con la mano derecha sostenía el celular y con la izquierda mordía sus uñas. La ansiedad provocaba que mordisqueara sus cutículas hasta sangrar, ese era su límite. La angustia de todo lo que sucedería la mantenía al pendiente y el tono incesante de espera alteraba el ritmo de su corazón. Entre respiraciones agitadas, obtuvo respuesta.

—Silas —dijo con voz temblorosa, casi susurrando.

Los ojos de Cora no descansaban, ya que estaba atenta a cada persona que rodeara la zona. Temía que alguien oyera sus palabras incriminantes, por lo que acercaba su boca al aparato. Su lenguaje corporal la delataba, porque su cuerpo adoptó una forma defensiva de posicionarse, con sus piernas arqueadas en torno a su torso.

Silas dudó si era menester hablar con su amada chica de las noches. Relajó su cabeza sobre el respaldar de su sofá, miró al techo y mordió su labio inferior. No quería más problemas, debía dejar de salir con mujeres casadas; no obstante, lo seducía el rojo que poseía la piel de Cora, esa sensualidad tan atrayente que parecía imposible de soltar. El sentimiento de que no fuera suya por completo se desvanecía entre las memorias de sus encuentros.

—¿Qué quieres? —preguntó el chico con hastío.

—Zaid dijo que unos mensajes le llegaron a su celular, ¿le contaste a alguien de lo nuestro? —Su intranquilidad no cesaba, más bien le impedía hablar con propiedad y sonar desafiante.

Cora estaba segura de no haberle comentado a nadie sobre su infidelidad. Era cierto que Brielle era su amiga; sin embargo, su lealtad siempre estuvo con Zaid. La pelirroja ni siquiera ocultaba la atracción hacia su esposo, sino que le coqueteaba en frente de todos y luego reía pretendiendo que era una broma. A pesar de sus actitudes, Cora era incapaz de sentirse celosa. La emoción sí habitaba en su interior, solo que era imposible despertarla si de su marido se trataba.

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⏰ Última actualización: Jan 20 ⏰

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