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Sábado... 24 de marzo de 1984. Kyojin High School, Shingansina, Paradis. 60062.

Estimado Sr. Shadis... aceptamos el hecho de que tuvimos que sacrificar un sábado completo en detención por lo que sea que hicimos mal. Lo que hice estuvo mal, pero creemos que está loco al hacernos escribir este ensayo contándole quiénes creemos que somos. ¿Qué le importa? Nos ve como quiere vernos, en los términos más simples y las definiciones más convenientes. Nos ves como un cerebrito, un atleta, una inadaptada, una princesa y una delincuente. ¿Correcto? Así es como nos vimos unos a otros a las siete en punto de esta mañana. Estábamos lavados de cerebro...

Armin Arlert

...

El aire era fresco mientras los estudiantes se dirigían a la escuela, inconscientes del destino que les esperaba. Historia tenia sus ojos fijos en su reflejo en el espejo retrovisor. Su cabello rubio perfectamente peinado caía en cascada sobre sus hombros, y su atuendo de diseñador gritaba sofisticación. Exudaba un aire de superioridad, la personificación de la reina del baile que había creado meticulosamente.

–No puedo creer que no puedas sacarme de esto–, murmuró Historia, su voz impregnada de molestia. –Quiero decir, es tan absurdo que tenga que estar aquí un sábado. No es como si fuera una defectuosa o algo así.

Su padre, un exitoso hombre de negocios que siempre parecía estar haciendo malabarismos con múltiples tareas, suspiró e intentó calmar sus frustraciones. –Te lo compensaré, cariño–, dijo, su voz llena de un toque de culpa. –Faltar a clase para ir de compras no te convierte en una defectuosa. Que tengas un buen día.

Historia rodó los ojos, un gesto de rebeldía adolescente que hablaba mucho de su insatisfacción. Abrió la puerta del auto con determinación y bajó al estacionamiento de asfalto. Sus tacones resonaban en el pavimento mientras se dirigía hacia los imponentes escalones delanteros de la escuela, su postura irradiando confianza y superioridad.

Armin estaba en el asiento del pasajero del auto de su madre, acompañado por su hermanita, jugueteando nerviosamente con su mochila. Su madre, una mujer sin rodeos, lo miró con preocupación.

–¿Es la primera vez o la última vez que hacemos esto?– preguntó, su voz cargada de frustración.

Armin, sintiendo el peso de la detención inminente, respondió con un deje de tristeza –La última...

Su madre suspiró, –Bueno, aprovecha al máximo, Armin. Aprovecha este tiempo a tu favor– aconsejó.

El rubio sintiendo la presión de las expectativas, expresó su frustración. –Mamá, no se supone que debamos estudiar; solo tenemos que sentarnos allí y no hacer nada.

Sin desanimarse, su madre alentó nuevamente a Armin. –Bueno, joven, encuentra la manera de hacerlo productivo.– Sus palabras quedaron suspendidas en el aire mientras Armin contemplaba el desafío que tenía por delante.

Con una respiración profunda, recogió sus pertenencias, su mente llena de pensamientos sobre cómo aprovechar al máximo este día aparentemente fútil.

Eren se encontraba junto a su padre, ambos apoyados en el elegante exterior del auto. La chaqueta de Eren, decorada con numerosos parches, mostraba su estatus como deportista. Su padre, un hombre rudo con una apariencia dura, intentaba transmitirle algo de sabiduría a su hijo.

–Oye, yo hice tonterías...los chicos hacen tonterías, no hay nada malo en eso. Excepto que te atraparon, idiota–, dijo el padre de Eren, su voz cargada de una mezcla de ira y frustración.

Eren suspiró, sintiendo el peso de sus acciones y la decepción que flotaba en el aire. –Sí, mamá ya me regañó, ¿de acuerdo?–, respondió, su tono impregnado de resignación.

La ira de su padre se encendió, su voz se volvió más cortante. –¿Quieres perderte un partido? ¿Quieres arruinar tu futuro? Ahora ninguna universidad va a dar una beca a un caso de indisciplina.

Eren apretó los puños, la realidad de su situación se hundía en él. Sabía que sus acciones tenían consecuencias y que sus sueños de un futuro en el deporte estaban en juego. Con el corazón pesado, salió del auto y se dirigió hacia la escuela, con la cabeza baja.

Mientras Eren avanzaba por el estacionamiento, su mente se llenaba de pensamientos de oportunidades perdidas y del peso de las expectativas. La presión por tener éxito en sus esfuerzos atléticos pesaba mucho sobre sus hombros, y sabía que esta detención era un llamado de atención al que no podía hacer caso omiso.

Mientras tanto, en el mismo estacionamiento, Ymir se acerca hacia la entrada de la escuela, sus gafas de sol protegiendo sus ojos. Exudaba un aire de desafío, su naturaleza rebelde evidente en cada paso que daba. Sin inmutarse por el auto que se acercaba, continuó caminando, inquebrantable en su determinación.

El auto frenó bruscamente frente a ella, evitando por poco una colisión. Ymir se apartó del cuadro, su indiferencia inmutable. Bajando del auto estaba Mikasa, vestida de negro de pies a cabeza. Su presencia tenía un aire de misterio, su atuendo oscuro insinuando una profundidad oculta en su interior.

Ninguno sabía que sus caminos se cruzarían dentro de los confines de la escuela, y que esta aparentemente ordinaria detención de sábado se convertiría en un catalizador de conexiones inesperadas, crecimiento personal y un viaje hacia el autodescubrimiento.

...

The breakfast club | EreMika - YumiHisuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora