El plan estaba claro. Una vez dentro del patio debían esperar a que sonara la música para bajar el puente levadizo. Esa era la señal para iniciar el ataque que les permitiría tomar el control de la ciudad. Hasta que llegara ese momento tocaba esperar, pero los hombres se mostraban nerviosos. Los del exterior, aferrados a sus viejas bayonetas desenterradas del olvido tras la última Gran Guerra, no apartaban la mirada del puente. Ellos, los que estaban dentro, fumaban alrededor del fuego y formaban corrillos con el resto de soldados, tomando posiciones cerca de las enormes puertas de hierro y madera de la muralla del palacio.
Kerel echó un vistazo a la torre en la que tantas horas pasó de niño cuando sonó la primera nota. Al sonido de la corneta, como los engranajes de un reloj o uno de aquellos grupos de bailarinas que tanto amaba su madre, comenzaron a ejecutar su coreografía. En cuestión de segundos sus hombres acabaron con los soldados del puesto de guardia y mientras unos abrían las grandes puertas de madera de la fortaleza, otros intentaban accionar el mecanismo de apertura del puente levadizo.
Los que esperaban al otro lado salieron del bosque y se apostaron frente a la orilla del foso, esperando con una mezcla de ansia y terror. Las cadenas comenzaron a chirriar. El momento de entrar en batalla se acercaba y la enorme estructura de madera cayó con un golpe seco frente a sus pies. El camino estaba despejado y la adrenalina comenzó a fluir por las venas de esos hombres mientras corrían hacia su objetivo bajo la atenta mirada de Kerel que los esperaba al otro lado.
De repente, la explosión. Pólvora y humo. Cuerpos desmembrados que caían al foso entre aullidos de dolor sin que él pudiera hacer nada. Había revisado mil veces el puente para asegurarse de que los soldados del palacio no habían colocado explosivos en él y ahora sus amigos se habían volatilizado ante sus ojos. No comprendía nada de lo que estaba sucediendo.
Alguien le golpeó el hombro y tiró de él en el momento en que, desde las profundidades del foso surgió un artefacto, como una serpiente con un solo ojo que parecía otear la escena en busca de algo. Poco después apareció una estructura mayor, una ballena de metal que emergió del agua y en cuya parte delantera se observaba una abertura humeante. Kerel era incapaz de moverse, cautivado por la visión que tenía ante sus ojos. Jamás podría haber imaginado que existía algo parecido.
—¡Kerel! —le llamó uno de sus hombres. —¡Vamos! ¡Tenemos que salir de aquí!
Todavía aturdido comenzó a correr, atravesando el patio del palacio en dirección al edificio principal junto a su grupo, pensando en los amigos que acababa de perder.
Iba a necesitar de todo su poder para terminar con esa cosa, pero iba a conseguirlo. Aunque en ello se dejara la vida.
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relatos fuera de lugar
FantasyEn esta historia se irán almacenando los relatos que pertenecen al reto de relato de dados que no están en orden cronológico. En su momento estos relatos ocuparán su lugar correspondiente en el relato general.