T.2 capitulo 22

6 2 0
                                    

Era una tarde como todas las demás. Iba en un carruaje blanco, fino pero a la vez poco llamativo. Venía de una familia de barones que tenían una buena influencia en la monarquía, así como en tierras y la sociedad.

Maximiliano Rodríguez. Ese era mi nombre. Elisabeth de Rodríguez, mi amada esposa. Lio Rodríguez, mi primogénito. José Rodríguez, mi segundo hijo. Esa era mi familia antes de ser destruida por mi "padecimiento". Desde niño me comporté de manera distante y fría. Mis padres no tenían que preocuparse por mí. No tenían que velar por alguien que tenía la madurez de un hombre de 30 aunque la edad de un infante de 10.

Sé que suena descabellada la idea de que mi comportamiento no correspondiera a mi infantil apariencia, pero así fue. La vida me trató bien a pesar de todo. Conocí a una linda joven vizcondesa y me casé. Tuve decendencia y viví feliz con mi familia hasta la edad de 37 años, cuando la vida me arrebató lo más preciado para mí: la libertad y a mi familia.

Un día, de pronto, empecé a sentirme mareado, con náuseas. Como mis pequeños hijos decían, "Me sentía en cinta". Después de una hora, creí que se quedaría en eso, pero no. Lo que ocurrió fue mucho peor. Empecé a tener dolor, no solo en el estómago. Sentía que mi piel, mi cuerpo entero, se quemaba. Dolía como el infierno, es una metáfora claro, pero no había dolor que comparara a lo que yo sentí en ese momento. Después de unos minutos, se me quitó el ardor, pero me quedé estupefacto cuando al levantar mi mirada vi la cara horrorizada de mi mujer y de mis pequeños hijos. No entendí por qué en un principio, pero luego me percaté del motivo. ¡Yo era un country!

No sabía qué era eso en un principio y no me importó. Lo importante es que se enteraron de mi apariencia. La servidumbre y, como en aquella época, los chismes son difíciles de callar y menos si se trata del señor de las tierras.

La llegada estrepitosa de las fuerzas armadas de la Nueva España me sorprendieron a media noche, cuando llegaron tumbando puertas y a cualquier persona que se cruzara en su camino. Amenazaron de muerte a mis hijos. No entendía nada más que el "si no vienes con nosotros, los matamos". Escuché solo esas palabras mientras veía cómo apuntaban a la cabeza de mi familia con esas malditas armas. No tuve opción y es así que terminé más enroscado en el gobierno y la política que cualquier persona en el mundo.

Desde ese momento no volví a ver a mi familia, al menos no de cerca. Mandaba regalos, cartas, algún que otro lujo que me permitía enviarles a mi querida esposa e hijos. Pero con el paso del tiempo, el trabajo y el destino, perdí su rastro. Hasta que 30 años después me enteré de que mi esposa había muerto hacía ya 3 años atrás y mis queridos hijos tenían familia. No era nada raro, pero los veía incapaces de tener familia. Aún me los imaginaba como aquellos pequeños chicos de 9 y 10 años que corrían por la casa para pedir que los abrazara. La vida es injusta.

Conforme el tiempo pasaba, ganaba confianza en mí mismo, y poder en el gobierno tanto así que me respetaban como si del mismísimo rey se tratase. Cada político que llegaba a la (ahora) presidencia me respetaba y me pedían guiarlos. Traté de encontrar rastro de mis hijos y ellos, lastimosamente, habían perdido la vida defendiendo a la patria. Sé que ellos dieron todo de sí, pero no los pude felicitar. Eso me destrozó, la descendencia que habían dejado era tan fuerte como sus padres. Traté de estar presente en la crianza de mis nietos, pero no pude, al igual que la de mis hijos. Pero al ver a mis queridos bisnietos lo logré. Pude ser parte (aunque no me reconocieran y solo me tomaran como un amigo muy cercano) estuve en el desarrollo de aquellos pequeños, y así fue hasta que mi fin llegó. Solo lo último que escuché fueron las palabras de "gracias por tu cumplimiento con tu patria" y las luces se apagaron.

Desperté en un lugar lleno de flores una... ¿Pradera?, un Campo...Talves.
De todos modos ya no importaba el lugar donde estuviese, se que nadie se preocuparía por mi...

Fue entonces que camine, para explorar el lugar y es ahí donde entras en mi historia, te encontré vagando al igual que yo *su rostro cambia otorgando una sonrisa a Mex* ahora ya se que no soy el único

Alan: Oh, que triste historia

👤 Maximiliano: Al principio pero después me fui acostumbrando a la vida y a sus injusticias
*levanto los hombros en señal de rendición*
Pero dime qué es lo que haces aquí, se supone que los country's no pueden morir, no si no ocurre algún cambio brusco en la historia (refiriéndose a la conexión de los country's con sus "elementos" ya que antes los country's se guiaban de su historia y no como ahora que es por algún factor específico ligado a la vida del country)

Alan: Sí, accidentes de la vida, supongo. A veces, solo son inesperados... *Tono melancólico*

👤 Maximiliano: Oh, yo no lo sabía, cuanto lo siento

Alan: Supongo que tenemos que darnos un tiempo para nosotros mismos.

👤 Maximiliano:*asintiendo* Si así lo quieres

Alan: Supongo que si. Aquí puedo sentirme más ¿Cómo decirlo?...realmente yo.

👤 Maximiliano: *mirando a su alrededor* es algo interesante ¿Y qué esperas encontrar? Aquí no ay nada

Alan: Respuestas, creo... (Que estarán haciendo los chicos?)

Que está pasando?

La historia de un mexicanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora