Monaco's Bad Boy

Prólogo

Mónaco, un pequeño micro-estado europeo ubicado en la costa mediterránea de Francia. Lo primero que cruza la mente de todos al mencionar dicho país son los autos lujosos, apartamentos costosos, el reconocido Casino de Montecarlo, vestimentas de alta costura, yates, champagne, mujeres y fiestas cada fin de semana. Esa era la realidad para algunos, pero lastimosamente  no lo era para cierto becario perteneciente a la prestigiosa Universidad Internacional de Mónaco.

Sergio Michel Pérez Mendoza (o conocido por su familia como "Checo") Es un joven mexicano nacido en Gudalajara, Jalisco. Desde muy pequeño demostró sus grandes aspiraciones por ser alguien en la vida. Su infancia no estuvo llena de lujos ni mucho menos riquezas. Creció viendo como muchos de sus compañeros eran llegados a traer en Mercedes-Benz, BMW, Jaguar e incluso Lexus. Mientras que a él, su padre esperaba pacientemente en la puerta de salida con una amplia y cálida sonrisa. Cada que el tímido muchacho salía de la puerta de metal, caminaban lado a lado hasta llegar a la parada de autobús.

El pequeño pecoso de trece años de edad no era de entablar conversaciones a menudo, pero una duda invadía su inocente cabeza "¿Por qué siempre estas tan feliz papá?" preguntaba al hombre que se encontraba sentado a un lado de él y quien mantenía su amigable sonrisa.

"Porque lo tengo todo Checo" respondió mirando con ternura al menor de los Pérez.

No entendía a que venía eso, así que nunca más volvió a preguntar ya que no quería volver esuchar una respuesta tan banal como esa. Por eso, a pesar de su corta edad y sus imposiblidades económicas, algo sabía con certeza y eso era que 'sin dinero no eres nadie en el mundo de los privilegiados'. Sergio Pérez, desde sus 8 años de edad, había generado una sed insaciable por el dinero. Era todo un hombre de negocios, desde colocar un puesto de limonadas fuera de su casa en días de verano, hasta vender café en vasos desechables bajo la lluvía (se había ganado ciertos resfriados por esto).

Gracias a su inteligencia y enferma obsesión por el órden, fue capaz de estudiar dentro de las mejores instituciones privadas de su país, ya que estas ofrecían un número limitado de becas. Muy pocos eran capaces de obtenerlas, pero para el ambicisoso tapatío no fue problema el mantener esas oportunidades que se le ofrecían, estudiaba día y noche, no salía, no bebía, no fumaba. Era todo un niño estrella, el hijo perfecto, el estudiante perfecto, no muy buen hermano y mucho menos amigo. Bueno... la verdad que nunca se hizo de amigos.

Querido por muchos profesores y odiado por muchos estudiantes. Pérez sabía con claridad su objetivo, su sueño más deseado venía en fajos de billetes de cien. Y, ¿cuál es el mejor lugar para obtenerlos?

Definitivamente Mónaco.

Inicar la universidad es un capítulo nuevo en la vida de los jóvenes, un cambio de perspectiva y el comienzo de una vida profesional. Muchos cambian, crecen, maduran, se vuelven mejores personas porque nadie querría estar relacionado con alguien problemático. Checo agradecía a la virgen por dos cosas, primero por haber sido aceptado en la Universidad Internacional de Mónaco (especializada principalmente en todo el entorno sobre los negocios) y la segunda razón, era que ya no tendría que escuchar burlas de sus compañeros de clase por ser 'pobre', un 'inadaptado', 'raro' y el tener que soportar golpizas por eso.

O al menos eso creía hasta que el primer día de clases en el país extranjero dio incio. Un chico de ojos azules como el cielo, tez blanca como la espuma del mar de Mónaco, cabellera dorada como el amanecer y de alta estatura ingreso por el umbral de la puerta. Su mirada era severa, analizaba cada esquina del aula como un león buscando a su presa hasta que finalmente posó sus ojos sobre los orbes cafés del azabache. Poco a poco los ojos del rubio incrementaron de tamaño, sus pupilas se dilatarón cuando vió un cielo estrellado plasmado sobre las mejillas del joven mexicano.