Tras la morriña y la luna.

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He hecho una lista de Spotify, que contiene las canciones con la que he escrito esto, por si a alguien le interesa escucharlo mientras lee. 

Cabe aclarar que las canciones no tienen nada que ver con el Intenabo y las escogí más por la vibra que tienen. La playlist se puede escuchar en aleatorio, pero, si alguien así lo prefiere, habrá partes del fanfic en el que recomendaré qué canción escuchar durante ese trozo.

La indicación estará entre paréntesis. (...)


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Prólogo.


Es justo decir que él, desde el momento en que dejó de ser un peón y pasó a ser el rey, fue plenamente consciente de que las consecuencias de sus actos tendrían algún tipo de repercusión. 

Hasta cierto punto.

Si la ley —tal como dice el refrán; dura lex, sed lex— lo pillaba, entonces, como efecto de la causa, habría un juicio patentado a su nombre, una docena y media de periodistas mirando con lupa cada uno de sus pasos, y un interrogatorio de tres pares de cojones con todas las directrices de Asuntos Internos, que definitivamente estarían buscando justos por pecadores.

Pero, si hay algo que realmente jamás se le pasó por la cabeza que llegaría a suceder, borracho de poder, es que, como en todo juicio, siempre habría alguien que eventualmente declararía en su contra.

"Agente, por favor, acérquese al estrado." . . . "Antes de comenzar con su testimonio, tiene la opción de prestar juramento o hacer una afirmación solemne. ¿Prefiere jurar decir la verdad o hacer una afirmación?"

"Prefiero prestar juramento, Su Señoría."

"Muy bien. Por favor, levante la mano derecha y repita después de mí: 'Juro solemnemente decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad.'"

"Juro solemnemente decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad."

"Gracias. Ahora puede tomar asiento." . . . " ¿Puede comenzar por decir su nombre completo y su rango para que quede registrado?"

Y tal como estaban las cosas en ese momento, sentando en un jardín cuyo suelo le habían salido espinas, sería obvio pensar que el rencor sería inversamente proporcional a cualquier sentimiento equiparable al amor. Sería prudente suponer que el bullicioso balbuceo del estrado, que en ese momento le besaba los oídos tal como lo podría hacer un amante, sería suficiente para alimentar la mecha de ese supuesto odio al que debería de haber puesto incluso nombre y apellido.

Tras la morriña y la luna. One shot | Intenabo AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora