02. A WEIRD CUTE THING

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02. A WEIRD CUTE THING



               UN TIPO DESINTERESADO QUE SOÑABA EN SILENCIO. Si allegados a Enzo Vogrincic tuvieran que enfrentar la tarea de describirlo en una sola oración, sin dudas aquella sería la más acertiva en tal caso. Pero es que, así y todo, era algo dificilísimo.

Aquel complejo concepto de cuerpo, sentimientos e indescifrable misterio se convertía en una absoluta caja de pandora para el que se lo cruzara en su camino. Era extraño, nadie lo discutía. Callado, sigiloso, con un sentido del humor perspicaz y un carácter tan blando como un algodón pero tan férreo y reacio como una armadura. Se movía por la vida como un fantasma mismo.
No obstante, la delicadeza que parecía cargar consigo, se terminaba volviendo un rasgo auténtico de sí que iba dejando rastro por dónde pasase. Porque sí, las miradas, indudablemente, iban a parar hacia él. Así sean suspiros, elogios, o prepotentes intentos de disputas de quienes contradecían la visión profunda que tenía de las cosas. Pero ante todo, tenía sus técnicas para pasar desapercibido y volver a esa naturaleza de quietud constante.

Es más, ahora mismo, sentado en aquella larga y aburrida mesa donde el mismísimo Álvaro Hosgerber y el resto del equipo charlaban animadamente sobre las técnicas infinitas para la filmación en un set de cine y las grandes e irónicas desventajas que el avance tecnólogico podía causar a tal oficio, su mirada se perdía de manera insípida y casi que adormilada sobre un punto en la nada. A su lado, Gastón, su representante, tecleaba habilidosamente sobre su teléfono móvil, demasiado ensimismado en una de las tantas cuestiones que el trabajo le demandaba.
La mente le divagaba, y los diez minutos de retraso que su coprotagonista presentaba parecían volverse horas y horas de aburrimiento.

—Enseguida llega, sepan disculpar la tardanza.

La sala permaneció en silencio por un par de segundos, mientras la figura de aquella mujer se aproximaba hacia el punto de reunión, al mismo tiempo que se la veía alejar el celular de su oreja. Enzo relojeó el panorama en menos de un santiamén, y observó la manera en la que quien sería el director del proyecto le regaló una grácil sonrisa mientras le decía que no se preocupe, para después girarse y volver a la aireada conversación que estaba sosteniendo con otro sujeto de su equipo.

La mirada del muchacho volvió a posarse sobre la representante de su futura compañera, y para no incomodarla decidió volver a fijar la vista sobre algún punto insignificante en el ventanal que la habitación poseía. Sabía que ella era Sabrina, quien asesoraba a nada más ni nada menos que Olivia Gaciletti.

Mentiría si dijera que no había escuchado resonar ese apellido en los últimos meses. Demasiadas cuestiones orbitaban alrededor del mismo y la polémica parecía volverse una de ellas. Sabía quién sería su compañera, no vivía bajo una roca. La había visto en un par de fotografías cuando scroleaba absurdamente por la sección de noticias en su móvil, o incluso cuando en su televisor se topaba con los programas de chimentos que tan poco agrado le generaban. Sin embargo, jamás se le había dado por profundizar en la existencia de dicha muchacha. Tenía los pocos conocimientos de que había realizado un par de proyectos con cadenas productoras muy importantes dentro del mundo del espectáculo y que, como dato no menor, había incursionado recientemente en el cine estadounidense. Más precisamente, había escuchado su nombre relacionarse con una serie llamada The Last Of Us, cuyo estreno no hizo más que causar un gran furor.

Aunque sí sabía con suma certeza sobre sus padres. El famoso Oscar Gaciletti y Romina Ferro. Después de todo, sería un crimen no conocerlos. Dos pioneros indiscutibles del cine, él por su lado hollywoodense, y ella, más que nada, en el cine argentino. Ambos codeándose con estrellas de alta repercusión y perfiles para nada bajos. Eran, en pocas palabras, del cine nato y firme. La generación que había hecho maravillas y que, afortunadamente, aún se encontraba aquí para seguir haciendolas. Eso lograba colocarlo nervioso, le generaba un poco de temor encontrarse con demasiado. Es decir, tenía estima en sí mismo. Pero si se trataba de un apellido que pisaba fuerte, entonces...

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⏰ Última actualización: Oct 13 ⏰

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