Caímos de rodillas hacia adelante. Mis palmas, al intentar frenar la caída, tocaron una tierra seca y arenosa. Alcé la cabeza para enfrentarme a la oscuridad.
—Seba, ¿estás bien? —pregunté con el aliento agitado.
Al hablar me sorprendió oír que mi voz hizo eco. ¿Estábamos en una cueva?
—Creo que sí. ¿Tú estás bien?
—Sí.
Me puse de pie. Como no veía absolutamente nada, me mareé. Estiré los brazos para avanzar hacia la boca de la cueva, por donde habíamos entrado, y palpé con mis dedos la pared rugosa en búsqueda de la salida.
No la encontré. Todo era de piedra.
Un ladrido retumbó por la cueva hasta llegar a nosotros.
—¿Canela?
Oí patitas y un jadeo de perro.
—¡Canela! ¡Eres tú! ¡Aquí estás! —exclamó mi hermano. Los gemidos alegres de Canela llenaron mis oídos.
Un alivio profundo disipó el miedo que venía sufriendo mi cuerpo desde que nos encontramos frente a frente con aquella criatura extraterrestre. Dejé que Canela lamiera mis palmas a modo de saludo.
—Deberíamos quedarnos aquí por la noche —dije tras darme cuenta que era mucho más seguro quedarnos allí que en el exterior—. No es seguro volver.
Seba no respondió, pero supe que había asentido con la cabeza.
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Un tironeo me despertó, algo había jalado mi jeans. Abrí los ojos y me encontré todavía en la oscuridad. La espalda me dolía por haberme acostado en el suelo de tierra.Canela volvió a tirar de mi pantalón.
—¿Qué quieres? —pregunté.
Ésta gruñó y luego ladró.
Tras el eco de su ladrido, emergió una luz. Las paredes de la cueva fueron visibles. Estábamos en una especie de túnel sin comienzo ni final aparente. Giré para encontrar los matorrales por dónde habíamos entrado, pero no estaban. Todo lo que nos rodeaba eran paredes rugosas que nos encerraban como un claustro.
Mantuve la calma e intenté no expresar nada para evitar asustar a mi hermano, quien recién se había despertado, pero lo cierto era que en el instante que descubrí nuestra situación sentí un terror sobrecogedor.
¿Cómo íbamos a salir de allí?
Además, era evidente que el extraterrestre había regresado por nosotros, no había otra cosa que explicara la procedencia de aquella luz.
Canela corrió hacia el final del túnel y nos volvió a ladrar desde allí.
—¡Canela! Ven acá —la llamé con voz autoritaria.
—Quiere que la sigamos —dedujo Seba en tono suave.
—O nos está advirtiendo de algo.
Los dos nos miramos. La luz estaba lejos, pero era suficientemente fuerte para permitirme ver las facciones asustadas de mi hermano menor.
Canela ladró otra vez.
—Quiere que vayamos —decidió Seba y se puso de pie con rapidez.
No pude detenerlo porque su mano se escapó de mi alcance. Me puse de pie, colgué mi mochila tras mi espalda y seguí a mi hermano.
Caminamos a lo largo de la cueva. Era mucho más profunda de lo que había imaginado, y hacía frío allí dentro. Canela nos volvió a ladrar a lo lejos. A medida que avanzábamos hacia ella, la luz iba en aumento.

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Ámbar
FantasíaDos hermanos salen en búsqueda de su perrita que se extravió en un extenso valle, conocido por transmitir una energía misteriosa. Durante la extenuante excursión, un encuentro inesperado con un ser jamás visto los lleva a descubrir que los mitos sob...