Cubo.

282 12 9
                                    

Jaz corría despavorida por intrincados callejones de estructuras viejas mezcladas con otras nuevas, los cuales daban tantas vueltas que hubieran podido confundir a cualquiera, pero no a ella, que conocía muy bien esos callejones, pues había pasado gran parte de su infancia entre ellos, e incluso a día de hoy los seguía frecuentando por trabajo. Detrás venía un hombre con grandes ojeras, alto y de complexión tan delgada que no podía estar sano, el cual jadeaba sin parar tratando de seguirle el paso a la chica mientras sostenía un maletin negro. Igual que ella, él conocía muy bien los alrededores, no obstante para su desgracia su pésimo estilo de vida le estaba pasando factura.

—Espera —dijo Jaz haciéndole una señal a su compañero para que se detuviera.

—Finalmente... —replicó el pobre hombre completamente exhausto.

—¿Finalmente? Nick, dijiste que era un trabajo de "toma y saca", simple, S-I-M-P-L-E —lo increpó molesta.

La charla se vio interrumpida por el sonido de múltiples sirenas policiales a la distancia; por fortuna para el par, dicho ruido en vez de acercarse se alejaba poco a poco. Ya más relajado, Nick suspiró, se apoyó contra una pared y sacó del bolsillo un dispositivo cilíndrico color marrón. Tenía cierta sustancia adentro, se trataba de un inyector.

—Déjalo —dijo Jaz autoritaria.

—Vamos, es sólo un toque.

—No, no es sólo un "toque".

Era verdad. La adicción a sustancias hacía que Nick se volviera deficiente, que tendiera a complicar los encargos, encargos en los que a veces se jugaban la vida. A Jaz no le importaba lo que él hiciera con su vida privada, sin embargo tenían una regla y era que nada de sustancias durante un trabajo. Hubiera sido un consuelo para ella tener a otro compañero, pero en aquel rubro no había mucha gente en la que se pudiera confiar, y este por lo menos era bueno consiguiendo trabajos.

—No seas aburrida. Ya lo tenemos, terminamos —dijo sonriendo despreocupadamente mientras levantaba el maletín.

—No, el trabajo se termina cuando lo entreguemos, así que guarda tu puta mierda o búscate otra persona para esto.

Nick suspiró molesto y guardó el inyector. Al final, ¿qué eran diez minutos más o diez minutos menos?

—Entonces, ¿qué es? —preguntó la chica señalando el maletín.

—No sé, las instrucciones del encargo nada más hablaban de recuperarlo y devolverlo, y remarcaban que no debía ser abierto —respondió alzándolo y mirándolo de cerca.

—Bueno, vamos a ver por qué les importa tanto.

—Ah... No lo sé...

—Nicky, Nicky, Nicky. ¿Desde cuándo hacemos las cosas de manera "limpia"? ¿Te parece que hicimos este encargo así? Porque a mí no.

Y tenía razón. No eran lo que se dice los Recaders más prolijos, pero siempre de algún u otro modo cumplían con los encargos y eso era lo único que le importaba a la mayoría de los clientes. Bueno, eso y que estuvieran dispuestos a hacer lo que fuera. Robar un objeto incautado por la policía que era evidencia de un caso en curso podía suponer terminar haciendo trabajos forzados de minería espacial. Aunque Nova no fuera exactamente el mejor lugar para vivir, seguía siendo mejor que estar abandonado en medio de quién sabe qué colonia, en una luna u orbitando asteroides. En varios trabajos habían aprovechado situaciones como esta a su favor, consiguiendo así información privilegiada. Quizás al saber qué tenía ese maletín podían obtener algún dato importante, y como todos saben, información se traduce en dinero, algo que el par no tenía de sobra ni por asomo.

Stranger DaysDonde viven las historias. Descúbrelo ahora