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Caminando de un lado a otro, Amelia agarraba con fuerza el viejo libro de ciencias extrañas y olvidadas, mientras revolvía las polvorientas estanterías de la biblioteca de Santiago buscando más conocimientos ocultos. La razón, si es que se podía llamar razón a sus actos, era que la desesperada mujer llevaba meses buscando un hechizo, un ritual o alguna fórmula que pudiera traer de vuelta a su amante. Asi, mientras leia libro tras libro de insondable conocimiento, a Amelia la inundaban los recuerdos con su querida Jessica...

Ah, Jessica, una hermosa, dulce y culta mujer de sociedad, hija de una de las familias más prestigiosas de chile a principio del siglo XX. Mientras que Amelia, una enfermera de orígenes humildes, que en secreto estudiaba medicina (algo prohibido para las mujeres en su epoca) asi como otras artes ocultas que fácilmente la podrían calificar de bruja; basto un solo encuentro, una sola mirada durante una fiesta (en la que Amelia era sirvienta) para que se enamoraran, comenzando al poco tiempo un intenso y puro romance, romance que la sociedad de chile a principios del siglo XX condenaría como algo contra la naturaleza y contra dios. Desafortunadamente, el destino se interpuesto entre ellas cuando un fatídico accidente acabo con la vida de Jessica, el carruaje en el que viajaba habia sido impactado por uno de esos nuevos vehiculos motorizados que habían llegado a chile.

Durante el funeral, Amelia tuvo que aguantar las actitudes hipócritas y faltas de cariño de la familia de Jessica, mientras que ella misma debía aguantar sus lagrimas y el caer derrumbada para evitar que alguien supiera de su verdadera relación con la fallecida Jessica... Volviendo durante la noche al cementerio, Amelia finalmente pudo dejar salir todo y llorando sobre la tumba de su amada, la mujer comenzó a beber. Esa misma noche, luego de estar bebiendo una botella completa de aguardiente, Amelia sintió un para nada natural aire helado y con este aire, le llego una revelación... traería a su amada de vuelta, a como diera lugar.

Siendo de una mujer de clase baja, originaria del barrio La chimba, Amelia tenía uno que otro contacto el mundo criminal de santiago y asi pudo contratar a dos hermanos para robar el cadáver de su amada, una semana despues del funeral. Cadáver que una vez tuvo en su poder, coloco en una cámara o tanque de preservación que fabrico ella misma; un tanque cilíndrico de cobre y vidrio templado, de dos metros de alto por 50 centímetros de ancho conectado a una serie de cables que daban a un generador y a una bomba de compresión que tomo de la casa de sus patrones; la bomba, alimentada con el generador suministraría al tanque una serie de químicos, una formula ideada por ella que en forma de gas preservarían el cuerpo, mientras que una serie de runas que tallo en la parte superior del tanque actuarían como un repelente para los espiritus de la muerte. Estableciendo este "laboratorio" en una cámara bajo tierra conectada a los túneles de la ciudad, una Amelia cada vez más desesperada y consumida por el dolor, fue de biblioteca en biblioteca dispuesta a derrotar o al menos a herir a la muerte, costara lo que costara.

Asi, luego de meses Amelia finalmente encontró lo que buscaba; aquel método era complicado y peligroso, un procedimiento muy complejo desarrollado en el viejo continente y que se intentó por única vez en Londres por un científico loco suizo, con desastrosos resultados. Razón por la que antes de emplear aquel procedimiento, Amelia visito a su maestro en ciencias ocultas, metafísica y conocimientos esotéricos, el monje franciscano Andreas Schwartz, un anciano extraño originario de Alemania que había hecho su ermita en chile, y que actualmente se hallaba "oculto" en un mausoleo del cementerio general.

Dentro del mausoleo, el anciano cubierto en túnicas rojas se encontraba sentado en su silla dentro de una oscuridad débilmente iluminada con velas, su capucha cubría todo su rostro dejando ver únicamente su boca; Amelia entraría silenciosamente y soltaría un pesado libro frente a su maestro - Maestro Schwartz, he encontrado un método, uno peligroso, para traer de vuelta a Jessica. Pero temo las consecuencias... Necesito tu guía - El anciano monje se movió hacia la mesa y reviso el libro con poca expresión - Entonces, te has topado con el camino prohibido. Siéntate, querida, y discutamos el precio que debes pagar. - Ambos eruditos se pusieron a discutir el peso de las acciones de Amelia y sus consecuencias. Schwartz, el maestro de Amelia, no era un hombre común, poseía mucho conocimiento de la verdadera naturaleza de la realidad y sus motivaciones nunca fueron claras para su aprendiz. Es por eso por lo que ella esperaba que su maestro estuviera de acuerdo con su plan, sin embargo, Schwartz mostro su desaprobación basándose en la inexperiencia de Amelia en ese campo. Aunque no se negó a que Amelia lo intentara, Schwartz le dejo claro que su fracaso era inminente y que esta vez él no la rescataría de las consecuencias.

Furiosa, Amelia salió del mausoleo de su maestro y sintió como una pesada losa se movía sola y cerraba el mausoleo, algo que tomo como un mal presagio. Pero Amelia, cada vez más desesperada ignoro esto y se dispuso a reunir los ingredientes que necesitaba... Ya a la medianoche y al más puro estilo del monstruo de Frankenstein, Amelia coloco el cadáver desnudo de Jessica sobre una mesa de madera donde se le colocaron varios electrodos e inyectaron unos fluidos extraños que ella misma elaboro. Con los dos hermanos como asistentes, Amelia aplico varias descargas eléctricas al cuerpo, mientras los hermanos pintaban unos signos en la planta de los pies, la palma de las manos y el vientre de Jessica. Luego de la última descarga eléctrica, una extraña ráfaga de viento recorrió el subterráneo de la biblioteca donde estaba y apago todas las luces. En la oscuridad, los hermanos salieron corriendo y Amelia lanzó un grito de terror cuando una figura emergió de las sombras...

Lo que no puede morirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora