—No pienso escuchar una palabra más. Viajarás a la ciudad de Akita y en la pequeña sede que allí tenemos te pondrán en tu sitio —se levantó y abrió la puerta.— Con esto dicho ya puedes macharte, haz las maletas, mañana marchas.
Y no pudo objetar ante aquella decisión. Como todas las veces anteriores, siempre se daba el mismo caso. Él se oponía, daba su opinión pero siempre en vano, aquel hombre siempre salía ganando. Tal era el caso que hasta su vida laboral había decidido.
Desde pequeño había demostrado tener gran capacidad para cualquier disciplina. Pero interés en ninguna. O esa era la falsa que sus padres creyeron por mucho tiempo.
Fue una tarde de verano, una en la que hacía un clima estupendo para ir a la piscina. Pero él no salía de casa y, aunque a su padre le daba un tanto igual, a su madre le preocupaba. Lo recordaba perfectamente. Tenía el cuarto cerrado y había avisado a su madre que no saldría de allí en toda la tarde y que nadie preguntará por él. Pero su madre empezó a escuchar murmullos procedentes de su habitación. Asustada subió pensando que algo malo había ocurrido. Abrió la puerta y vio a su retoño como nunca antes lo había visto. Estaba emocionado, feliz. Con una guitarra que ella nunca había visto. Tocaba una melodía que tampoco nunca antes había escuchado. Al hacer sonar la última nota la miró a la cara. Él sonreía, sin embargo, ella parecía asustada. Enseguida entendió que el desenlace de lo que acontecería después no sería de su agrado.
Y no se equivocaba, pues, en cuando su padre regreso de trabajar sucedió lo que él temía, sacaron a relucir la tragedia de la familia Osaka. Este fue un suceso acontecido un año atrás. Únicamente algunas familias muy cercanas a la Osaka tuvieron noticias del acontecimiento. Él se enteró por el primogénito de Soshi Osaka, Sogo Osaka. Uno de los días en el que menor acompañaba a su padre hasta su casa, le contó aquello que había pasado. Su tío era músico, pero nadie en su familia lo aceptaba tal y como era. Siempre le decían que aquella disciplina era una perdida de tiempo, que si que sería su perdición. Y entonces un día murió, el pequeño Osaka no le había contado porque. Solo se había limitado a decirle que todos excusaron la muerte de su tío por su pasión hacia la música.
Aunque aquello que el joven heredero de FSC le había contado no influía directamente en su familia. Él sabía que para su padre, que tenía una gran afinidad con los Osaka, si había sido afectado por el suceso. Sabía que su padre había estado muy influenciado por el padre de Sogo desde antes que él naciera aunque no fuera una buena referencia. Y ya que el dueño del FSC había decidido prohibir la música en su familia. Por tener su respeto, su padre había hecho lo mismo. Y esa que para su padre era una simple decisión más para él fue todo un mundo. Quitarle aquello por lo único que vivía, revisar su habitación y vida privada para que no haya ni rastro de la música. Y todo aquello porque no quería quedar mal ante los Osaka por tener un hijo con la misma pasión que la de el tío del joven Sogo.
Desde aquel día que su padre empezó a entrometerse en su vida toda admiración o cariño que alguna vez le pudo tener se desvanecieron. Poco a poco se fueron distanciando hasta solo mediar palabra para discutir o dar ordenes.
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Salía de las oficinas de aquella empresa que tanto despreciaba. Nada más cruzar la puerta de salida no pudo evitar sentir algo de alivio. Las horas allí lo agotaban y, a pesar de que no le vendría mal descansar para lo que le depararía el día futuro, no tenía planeado cerrar los ojos. Al contrario su idea era permanecer despierto hasta el amanecer.
A los pocos minutos un coche de grandes dimensiones y peculiarmente largo se estaciono justo enfrente suya. Una de las múltiples puertas traseras se abrió permitiéndole entrar y acomodarse en uno de los negros asientos de caro cuero. El vehículo se puso en marcha y junto a él la cuenta regresiva para volver a su hogar. Unos diez minutos duro el trayecto durante este tiempo se limito a mirar a la ventana y grabar aquel paisaje. No sabía cuando sería la próxima vez que lo viera. Al llegar todo aconteció con gran velocidad. Cuando quiso darse cuenta tenía la maleta preparada frente la cama, el pijama puesto y se hallaba frente a su ordenador de precio desorbitado.
Lo encendió y se preparó para empezar a vivir las únicas horas que valían la pena de su día a día. Se conectaría a su oasis virtual y podría ser quien desea ser. Al poco rato ya se encontraba iniciando sesión y segundos más tarde su avatar frente a él. Aquel que había creado solo para probar algo en lo que invertir su poco tiempo libre y terminó siendo una parte de su vida. Y ese puñado de pixeles al que llamaban mundo virtual su segunda casa, el oasis en su desierto.
Cuando iba a empezar la partida una notificación le llegó. «Epic te ha invitado a jugar junto a él. ¿Aceptas su invitación?» Y con la primera sonrisa del día acepto aquella solicitud que lo mantendría horas jugando.
A las tres de la mañana es cuando su anfitrión y él deciden que ya es hora de dejar aquel juego.
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Con ojeras por pasarse la noche en vela pensando en todo lo que le podría suceder en la ciudad de Akita. Hizo fila, esperó, subió y despegó hacia su destino sin todavía imaginarse todo lo que allí viviría. Y luego de tres horas y media de reloj pondría un pie sobre aquellas tierras conocidas por sus onsen¹ y la belleza de sus mujeres. Y ese paso significaba que ya no había vuelta atrás y debería enfrentarse a lo que se encontraría allí.
onsen¹ término por el cual se conocen a las aguas termales de Japón
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Re:connect
FanfictionUn universitario que se tiene que ganar la vida trabajando en una tienda de conveniencia, un hombre de negocios sin tiempo de disfrutar la vida y un videojuego que los une. ¿Qué podría salir de esta combinación? _____________________________________...