Cuando te conocí, recordé lo que había olvidado de mí,
Olvidé el placer que da hacer lo que despierta el alma,
Olvidé lo mucho que brillan mis ojos, tus ojos, al soñar; al recordar,
Cuando te conocí, me vi en ti, impaciente pero clara, sin ataduras,
Recordé el sonido de mi risa, tu risa, y las vibraciones que emana,
Recordé también la incertidumbre de conocerte y las curiosidades que trae consigo,
Al conocerte, también le susurré a la vida: Mi alma libre queda intacta, sin ataduras,
Siendo clara, pregunté: ¿Por qué le conozco, pero no le tengo?
Siendo impaciente, contesté: ¿No es mejor conocerle que no haberle recordado en lo absoluto?
Cuando te conocí, recordé que ya te conocía.