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Maria movió su reina a una posición atacante. La chispa de sus ojos se había vuelto más agresiva, e hizo el movimiento con decisión, centrado en lo que veía delante de ella. No hubo vacilación en el movimiento de respuesta de Esteban, quien deslizó su alfil en diagonal, un cuadro por delante del peón que acababa de mover.

La apuesta era importante para ambos. San Román que había añorado incontables noches el cuerpo de su esposa, se había prometido ganar la partida con tal de tenerla otra vez. Estaba seguro que si eso pasaba, cambiaría la manera en que ella lo veía, como si fuera su enemigo, y ya no tendrían esa relación distante que lo frustraba.

María vaciló solo un segundo. Miró las piezas, no vio ningún peligro en la nueva posición, y movió su reina en línea con el rey de Esteban.

 Miró las piezas, no vio ningún peligro en la nueva posición, y movió su reina en línea con el rey de Esteban

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M: Jaque...

Dijo, con la voz tensa pero con una pequeña sonrisa triunfadora. Sabía lo que cuasaba en su marido y eso lo disfrutaba.
Por un momento temía perder la jugada y sucumbir a pagar aquella apuesta. Pero no sabía si era capaz de hacerlo en caso que eso sucediera. Aunque no podía negar que Esteban seguía causandole las mismas sensaciones de hacía más de 20 años.

Esteban adelantó un peón para bloquear el jaque. Maria tomó a la reina, cruzó el tablero y quitó al peón.

Esteban levantó la vista solo un segundo, y vio nuevamente la mirada triunfante de su esposa. Luego quien sonrió, fue él.
El movimiento de la reina había despejado el camino para su alfil, entonces lo movio a la línea entre su rey y la reina de Maria. Esta no podía comerse al alfil sin ser ella misma comida.
Ligeramente menos confiada, María movió su alfil en línea con la reina. Si Esteban se comía a la reina con su alfil, habría un intercambio, y se forzaría otra vez el jaque, con el mismo e inevitable resultado.

Pero Esteban no se comió a la reina. En lugar de eso, deslizó a su caballo, que había permanecido olvidado a un lado del tablero, a su posición y, con una voz que apenas llegaba a ser más que un susurro murmuró:

E: Jaque.

Maria miró el tablero. Estaba algo enfadada y se le veía en sus ojos. Era incapaz de sentarse con los brazos cruzados y volver a estudiar una situación que creía que ya tenía controlada. 
Entonces movio su rey una casilla a la izquierda, fuera de la trayectoria del caballo. No era tan sencillo. El alfil que se había movido para que el peón lo protegiera cayó, y ahora quedaba protegido por el caballo, que todavía cubría el cuadro original donde se había proclamado el jaque.

No podía mover el rey a ningún sitio y levantó la mirada para ver a su oponente tomar un sorbo de la copa de vino.
El juego habia acabado, y ella se quedó sentada mirando el tablero con la boca abierta, incapaz de comprender cómo había ocurrido.

E: Parece que no tienes salida.

M: Eso, eso es imposible.

E: Pues, siempre fuiste una muy buena contrincante pero para mi es un placer haberte ganado esta noche.

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⏰ Última actualización: Oct 07 ⏰

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