En la penumbra de la catedral de Notre-Dame, me paseaba entre las sombras de las imponentes columnas. A pesar de la majestuosidad que me rodeaba, mi corazón estaba sumido en la oscuridad de mis propios demonios.
Nunca me escucha, necesito gritar, chillar por todo lo que me ha hecho pasar. No soporto que jamás me tome en cuenta. Jamás me toma en cuenta. Jamás me toma en cuenta. Jamás me toma en cuenta.
Se aferra a sus creencias aun si estas son erróneas.
Otra vez no...
Frente a la imponente fachada, me vi reflejada en las puertas de bronce, pero en lugar de encontrar belleza, solo hallé imperfecciones que me atormentaban. ¿Cómo podría yo, con mis fallas y debilidades, compararme con esta obra de arte?
Perdí total lucidez. Me senté a un costado de la puerta. Lo había pensado desde hace bastante e incluso pensé en intentarlo, pero había sido muy cobarde para dar mi último aliento. ¿Qué ganaría con eso? Más sufrimiento. Le tenía miedo a la muerte y lo que sea que haya después de esta, no iba a cometer esa locura por un simple desacuerdo.
Un simple desacuerdo.
Yo no le importo. Cada vez que he intentado pedir ayuda me ven como una loca, una niña inmadura. Ya, por favor, deja de pensar en eso.
Impulso mi cabeza contra la fría piedra, el primer golpe. Uno, dos tres. Comencé a escuchar un susurro tenue, una presión en mi cabeza me imposibilitaba detenerme. La sangre corría hacia el suelo y los ligeros susurros se volvieron gritos chirriantes, insoportables, deseosos de torturarme. ¡Cobarde, cobarde, cobarde!
Lo vi y lo pensé... El anillo reposaba delicadamente en la palma de mi mano, su superficie pulida reflejaba la luz de la luna que en ese momento se sentía fuera de lugar. Cada vez que lo giraba entre mis dedos, sentía que raspaba contra mi piel, me dolía.
Me retiro el anillo y lo presiono contra mi muñeca... No puedo apretar más de ahí, soy tan cobarde que no puedo acabar conmigo misma... "Eres una cobarde, eres una cobarde, ni siquiera sirves para esto, me das asco". Me viene a la mente la causa de todo esto; recuerdo todas las veces que me humilló por cosas insignificantes, me trató como una imbécil, me hizo sentir diminuta ante él, tal cual una copa de cristal, frágil... Me demostró de todas las maneras posibles que jamás iba a mejorar en la vida porque siempre termino cometiendo los mismos errores.
¡Soy una tonta! ¡Me odio, me odio, me odio, me odio, me odio!
Los pensamientos de odio, tristeza y desespero me llevaron a tomar esta decisión. Ya no había nada que pudiera hacer conmigo misma, estaba muerta en vida esperando tomar valor para estar aquí. La sangre brotaba de mis muñecas, mis piernas comenzaron a desplomarse, ¿qué demonios hice? ¿Qué se supone que debo hacer ahora?
¿Esperar? ¿Qué debo esperar?