31 de diciembre de 1997
Debería ser como cualquier año nuevo normal. Pero la emoción de ganar la Copa del Mundo con la Selección Sub 20 no hizo más que transformar a los típicos adolescentes de barrio en héroes locales en sus pueblos y ciudades natales. Lionel fue recibido como si acabara de inventar la cura para todas las enfermedades que existen, o incluso como si tuviese poderes sagrados o algo así. Y Pablo, fue, efectivamente, el hijo pródigo de Río Cuarto. Todo el equipo argentino decidió pasar la Nochevieja con sus familias y salir de fiesta con amigos pasada la medianoche, como es costumbre en nuestro país. Pero una llamada telefónica sorprende enormemente a los Aimar.
—¡Pablito! ¿Cómo andás? ¡Feliz año nuevo!
La voz de Scaloni al otro lado del viejo teléfono con cable dibuja una sonrisa instantánea en sus labios.
—¡Leo! ¡Feliz año nuevo! ¿Qué hacés?
—¡Y te estoy llamando, gil! Fue un año increíble y no quería empezar sin escucharte.
La sonrisa se incrementa en el riocuartense. No puede evitar que la calidez en su pecho crezca cada vez que lo escucha, ya sea personalmente o a través de una llamada telefónica. Ha sido difícil olvidar las emociones que corrieron por sus venas durante aquellos días en Malasia compartiendo habitación, riendo, creando momentos inolvidables con el grupo. Debe ser algún estúpido enamoramiento adolescente, pero está bien siempre y cuando sean compañeros de equipo.
—Cállate, culiado. Seguro le decís eso a todos.
—¿Y así me agradeces por gastarme un fangote para llamarte? ¡Las llamadas de larga distancia son caras, che!
—Bué.
—En fin, espero que tengas un gran año y... sí, que nos veamos pronto. Por ahí en Japón. Quién sabe.
—Con un poco de suerte. —responde Pablo mordiéndose el labio inferior y enrollando el cable del teléfono con los dedos.
—Mi debut en el Dépor es el 4 de enero.
—¿Estas nervioso? —pregunta Aimar apoyando la frente contra la pared.
—Un poco. Bueno sí. No te voy a mentir. Estoy cagado en las patas, pero quiero jugar. Soy argentino y tengo huevos —responde Scaloni con determinación y una risa suave— Pero bueno... además de eso, sólo quería decirte algo.
—¿Qué?
—Un día vos y yo vamos a ganar el Mundial. Pero el posta. Juntos. Te lo prometo.
Se produce un silencio repentino del lado de Aimar. Su corazón comienza a latir más rápido y la sangre zumba en sus oídos. Seguramente debe ser la adrenalina de querer ganar todo lo que hay por delante, ahora que ya conoce el sabor de la victoria.
— ¡Bueno, pasala bien hoy y ponete en pedo por mí! ¡Nos vemos, Pablito!
—¡Nos vemos! Gracias por llamar. ¡Que lo pases lindo también!
...
31 de diciembre de 2002
—Dale che, no te enojes tanto.
Lionel ha estado intentando alegrar el ambiente desde que Pablo atendió el teléfono en Valencia. El Dépor se impuso a los suyos por varios goles. Es bien sabido que el cordobés tiene mal genio y no le gusta ni perder a la bolita. Scaloni lo sabe, pero no pretendía con este llamado burlarse en lo más mínimo. Sólo necesitaba estar cerca de él a pesar del pésimo año del club al que pertenece Aimar.
—Te dije que no estoy enojado. —responde cordobés en voz baja.
—Si, dale. Te conozco. Es así Pablito, un día estás arriba y al siguiente estás abajo. Como todo en la vida.
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Una promesa por cumplir (Scaimar)
FanfictionEn las vísperas de Año Nuevo, Pablo y Lionel se llaman por teléfono para saludarse todos los años con una promesa en mente. Pero debajo de aquel deseo conjunto, algo más yace a sus pies.