Quejas.

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Advertencia de contenido: la obra contiene menciones recurrentes al uso de alcohol, sus efectos y pensamientos suicidas. Se recomienda la discreción del lector/a.

Osamu Dazai estaba acostado en el sofá del recibidor de la Agencia Armada de Detectives, aquel que utilizaban para entrevistar a los clientes cuando recibían nuevos encargos. El castaño estaba hecho un nudo, abrazando su propio cuerpo con fuerza. Nunca tenía ganas de trabajar, pero ese día sus ánimos estaban incluso más bajos que de costumbre.

Sabía cuál era la razón: sus sentimientos lo estaban abrumando. Aunque ponerse la máscara alegre y despreocupada todos los días ya era como una rutina, a veces resultaba demasiado incluso para él. Se lamentaba su existencia, pues hubiera sido mucho más fácil quedarse en cama ese día, y crear una excusa para su ausencia cuando estuviera de mejor ánimo. Pero ya era demasiado tarde para eso.

Estaba tan mal que incluso Kunikida había decidido darle un respiro. Normalmente lo estaría regañando por evitar hacer su trabajo, pero parecía que su aspecto era lo suficientemente lamentable como para que lo dejara en paz. Así que ahí estaba, ahogándose en sus propias penas.

Y, mientras más lo pensaba, más ridículo era la causa de su estado de ánimo. La gente cuando estaba enamorada normalmente pasaba a tener una actitud más positiva con la vida, con una visión color de rosa. Sin embargo, su situación no era para nada normal, por lo que era de esperar que su reacción se saliera de lo común también.

Había logrado pasar cuatro años sin saber de la existencia de su antiguo compañero, Chuya Nakahara. Y, aunque no había logrado pasar esos cuatro años sin pensar en él, creía que había manejado sus emociones correctamente. Era común mencionar al que fue su compañero por tanto tiempo en algunas conversaciones de vez en cuando, pero el dolor en su pecho ya no estaba cada vez que lo recordaba, solo una agradable sensación de añoranza por su juventud. Debido a esto, creyó que había superado exitosamente su primer amor y ahora solo quedaban alegres recuerdos de las aventuras que compartieron durante sus días en la mafia.

Pero no fue así, y se sentía un tonto por haber pensado de esa manera.

No supo qué fue lo que detonó su estado de ánimo, pero muchas veces fallaba en entender sus propios sentimientos, por lo que no le extrañó que su mente le hiciera una mala jugada. Lo extraño fue que esta situación llevaba varios días.

Sentía unas ganas irremediables de llorar, y sabía la razón: extrañaba a Chuya. Lo abandonó, nunca se preocupó por contactar con él en cuatro años, solo había escuchado su voz de vez en cuando en aquellas ocasiones en que el pelirrojo lo llamaba borracho -la última de esas ocasiones hacía varios meses-, y no había razón para pensar en él. Entonces, ¿Por qué? ¿Por qué su pecho dolía tanto al pensar en que ya no tenía a su lado a su primer amor?

Era normal extrañar su juventud, o eso creía Dazai. Aunque odió su estancia en la mafia, estar con Chuya y molestarlo era bastante divertido. Además de que era un buen impulso a su autoestima saber que ambos eran invencibles, mientras trabajaran juntos. Creía que era un alivio que la Port Mafia no tuviera más en su poder esa arma tan poderosa conocida como soukoku, pero eso no evitaba que extrañara a Chuya.

Sin embargo, estos pensamientos solían durar pocas horas, como máximo. Siempre que la nostalgia atacaba, Dazai pensaba en esa horrible ocasión en la que, a los quince años, se le declaró a Chuya y el horrible rechazo que recibió como respuesta. En ese instante, creyó que sus palabras fueron broma, pero cuando su estado de ánimo empeoró visiblemente y sintió ganas de llorar al recordar el incidente, supo que sus palabras tenían más verdad de la que le hubiera gustado.

Flirt. (Soukoku)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora