Enzo sintió un par de brazos abrazar su cintura por detrás para después un par de dientes morder su hombro, caminando hasta llegar a su cuello dónde siguió con los mordiscos, lamiendo un poco también haciendole cosquillas; se detuvo unos momentos donde estiró el brazo para dejar el vaso recién vacío sobre la mesa de la cocina y acarició los brazos de su novio por sobre la tela curiosa de su buzo que usaba siempre.
— Buen día, mati. — murmuró girándose sin separarse del abrazo, dejando que matías dejará descansar su cachetito en el hombro de enzo. — ¿Acabas de levantarte, lindo?
— Hace ratito, pero me bañe y me volví acostar… y no quise salir más.
Negó divertido, alzando ambas manos para acariciar la cara de matias y dejar un besito en la frente de este. Notó como lo veía con los ojos brillantes y el labio inferior abultado, pidiéndole otro beso silenciosamente, a lo que se inclinó un poco para dejar dos piquitos sobre los labios de matías que le hicieron cosquillas, haciéndole soltar una risita baja. Matias dejó otro beso pero en su mentón antes de rodear el cuello de Enzo con sus brazos y esconderse en su lugar favorito; la curvatura de su hombro. Enzo abrazó su cintura acariciando con sus pulgares la tela del buzo de conejito.
— ¿Por qué te pusiste otra vez el conjunto si ya te bañaste, corazón?
— Es que es muy cómodo.. — murmuró sobre su piel. — Además está haciendo frío y el buzo está calientito, y lindo y me gusta, mucho.
— Deja de ser tan lindo — fingió quejarse abrazándolo más fuerte.
Matias salió del pequeño escondite para mirar directamente sus ojos; su ceño se había fruncido. — No soy tan lindo. Vos sos tan lindo cómo un gatito.
— Si que sos, vos sos cómo un conejito.
— No, vos sos..
— No soy el que tiene el conjunto de conejito.
Matías abrió la boca para protestar, pero al no tener nada que decir ante eso, la volvió a cerrar. Frunció el ceño y resopló. Enzo se rió sinceramente para inclinarse y deslizar sus manos hasta llegar a sus glúteos, sosteniéndole con fuerza logrando alzarlo y obligarle a rodearlo con sus piernas teniendo que aferrarse a sus hombros para no caerse. Caminó con él en brazos hasta llegar a salón principal, sentándose en el sillón más grande acomodándolo sobre su regazo.
— De verdad te gusta muchisimo. — había dicho mientras jugaba con las orejitas del buzo.
— Es que es muy cómodo, no me entendés.
Matías aseguró, removiéndose unos segundos donde movió la colita esponjosa que tenía su pantalón corto antes de quedarse completamente quieto, enterrando sus dedos delgados en el pelo creciente en la nuca de Enzo. Matias usaba todas las noches el mismo conjunto, pero enzo se sorprendió cuando empezó a lavarlo todas las mañanas para poder usarlo en las tardes frías seguido. En si no le molestaba, le gustaba cuando movía la colita esponjosa y también cuando Akira mordía las orejas cada que se tiraba al piso.
Pero habían ocasiones en que no podía evitar ver con otro sentido a matías. Porque el pijama era un poco ajustado en los lugares perfectos; al ser su short casi de su talla exacta la tela suave apretaba sus muslos y levantaba ligeramente sus glúteos, casi dejando nada a la imaginación. No podía evitar calentarse al ver a matías saltando y haciendo mover la colita esponjosa cuando bailaba. También cuando buscaba a Akira para darle de comer y se metía bajo la mesa para llamarla. No podía evitar tener vergüenza cuando tomaba consciencia de cómo pensaba acerca de matías. Se veía muy lindo y tierno para pensar cosas así.
— enzu, ¿No te gustaría comprarte uno también? Para mí que deberías. — un suave tintineo lo hizo salir de su ensimismamiento. Ahí estaba de nuevo, matias jugando con la curiosa hebilla de su cinturón haciéndole girar. — ¡Uh! ¡De gatito te quedaría lindo! Vos serías un gatito lindo y yo un conejito.