Guardián Onírico - Satzu 1/2

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Tzuyu dejó escapar un suspiro de felicidad entre sueños.

El lugar en donde se encontraba era agradable; el cielo esta pintado con tonos cálidos y vibrantes, el corto césped bajo sus descalzos pies eran suaves y de un color verde vivo con pequeñas flores sobre él. Las hojas de los árboles danzaban con el viento al igual que su largo y castaño cabello. Tzuyu no sabía cómo había llegado allí, pero estaba realmente encantada con lo que veía que le era difícil pensar con claridad. Sus pies comenzaron a moverse por sí solos. Exploraba todo a su alrededor con ojos curiosos. Sus pasos se detuvieron al igual que su mirada se detuvo en el pequeño arroyo de agua cristalina frente a ella.

Se puso se cuclillas, dejando caer sus manos al frente de su cuerpo para sostenerse, y evitar caerse. Peces de múltiples colores nadaban con tranquilidad de un lado a otro, sin un rumbo fijo.

—Es hermoso, ¿no lo crees? —Tzuyu sonríe sin levantar la mirada del arroyo. Reconoce esa voz. La ha estado escuchando desde hace un buen tiempo. Sin voltearse aún, se levantó de un salto para girar sobre sus talones y enfrentar a la hermosa voz de aquella chica de hebras naranja—. Volviste —la chica le sonrió con dulzura, asintiendo con la cabeza mientras comenzaba a caminar hacia una banca que no había notado antes, debajo de la sombra de un árbol.

—Lo hice —confirmó con el mismo tono cálido en su voz, trasmitiendo tranquilidad, y paz a través de ella—. No podía dejar sola a mi chica favorita —la peli-naranja ríe mirando al frente, mientras la menor la observa en completo silencio.

—¿Por qué te fuiste? Hace tres días no te veo, y tú nunca sueles irte. No desde que tengo memoria —Tzuyu sacó a relucir lo que le molestaba, pero en su voz lograba distinguirse algo más. Angustia. Quizás.

Se había acostumbrado tanto a ver a la chica en sus sueños, que ahora le parecía extraño no encontrarla merodeando en ellos, acompañándola en cada nueva aventura y miedo. Porque Sana siempre estaba ahí. Ya sea en un sueño encantador y alegre, en donde una de ellas era una princesa y la otra su más confiable y servicial amiga, o enemiga. Hasta en los sueños más temibles, aterradores y oscuros de Tzuyu. Esos en los que no deseaba estar nunca. Donde los monstruos sacados de libros y películas de terror salían de la ficción para asustarla, o devorarla en el peor de los casos. Pero sea cual sea su sueño, Sana se encontraba en él.

Sus pensamientos le estaban jugando una mala pasada. Solía suceder eso cuando alguien importante para ella se alejaba sin decir nada al respecto o siquiera avisarle de que eso sucedería, simplemente, se iban, sin despedirse. Por eso temía tanto que ese sea el caso de Sana y ella. Pero, al parecer, había estado equivocada en algo.

Sana no la dejaría ni aunque la desterraran de su misión y se la otorgarán a alguien más. Porque Sana había sido creada para cuidar y proteger los sueños de la menor, velando día y noche para que sus sueños no sean más que un agradable recuerdo para Tzuyu, que un sentimiento agridulce instalado en la boca de su estómago. La felicidad de la taiwanesa siempre estaría primero. Sana amaba a Tzuyu, por eso había desaparecido por unos días, porque era consciente de lo que eso significaba para ella y su misión. Ella había roto la última, y más importante regla para ser un guardián onírico: no enamorarse.

Pero ella ya lo había roto. Y no había vuelta atrás.

Como era de esperarse, Jihyo ya sabía de lo ocurrido. Después de todo, ella la había criado. Era madre de todo buen ser habitante en los sueños de cada ser humano. Ella era quien elegía a cada uno de sus aprendices e hijos para dejarlos al mando de los sueños (que era lo primordial para ellos) de cada ser viviente sobre la tierra. Eso también incluía a los animales.

—Entonces... —la de cabellos naranjas elevó una ceja, mirando su rostro con ternura. Tzuyu suspiró—, ¿no piensas decirme la razón de tu repentina ausencia? —la taiwanesa se mecía sobre sus pies, sus mejillas levemente sonrojadas a la espera de la respuesta que tanto esperaba salir de los rojizos labios de la mayor. Sana se cruzo de brazos. Pensando seriamente en si sería bueno decir la verdad, o mentir para no arruinar todo lo bueno que tenían juntas. Pero luego recordó algo que hizo a su dulce rostro cambiar a uno sin expresión alguna, preocupando sin intención a la chica sentada a su lado—. ¿Y bien...?

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⏰ Última actualización: Jan 30, 2024 ⏰

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