El sol durmiente

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Había una vez una oscura galaxia, a mil años luz de la Tierra. En ella, un astro absorbió tanta energía que se convirtió en Sol. Su luz lo irradió todo, permitiendo que la vida se abriera paso por el universo. Plantas, animales y otras especies poblaron asteroides, lunas y planetas del nuevo Sistema Solar.

Pasó el tiempo, y cada mundo desarrolló su propia lengua, cultura, sistema económico y Gobierno. Eran muy distintos entre sí, pero tenían un punto en común: seguían fielmente los patrones del Sol.

Cuando haya luz, habrá movimiento.
Cuando llegue la noche, todo quedará quieto.
En silencio.

Este denominado Ciclo Solar era aceptado por los Gobiernos y sus votantes, pero en cada planeta siempre había un pequeño grupo que no estaba de acuerdo con esta ley. Sentían que el Astro Rey y su ciclo no les daban todo lo que necesitaban, así que decidieron buscar un complemento a esta forma de vida. Tras siglos de investigación, descubrieron que sus corazones también creaban energía. Una fuerza pura que ganaba intensidad cuando el grupo era numeroso y que se debilitaba cuando la asistencia descendía.

Una bella sinfonía de tierra, viento, agua y amor.

Tan poderosa era esta energía que controlarla resultaba un proceso complejo y doloroso. Durante los rituales, algunos de sus participantes llegaban a morir, y el resto de habitantes de la galaxia los empezó a mirar con miedo. Un temor que hizo reaccionar a los Gobiernos y que se tradujo en una nueva ley:

Todo el que participe en ceremonias paganas
incurrirá en el delito de blasfemia
y será expuesto al Sol hasta perder la memoria.

Muchos fallecieron abrasados, otros enloquecían... Los menos se reinsertaban con la conciencia en blanco. Resuelto el problema, los Gobiernos festejaron su victoria y la calma volvió a la galaxia hasta que un día, de la misma manera en que se había encendido espontáneamente, el Astro Rey se apagó. La economía y el sistema colapsaron, pues no estaban diseñados para sostenerse en tiempos de oscuridad.

Pero en cada asteroide, luna y planeta, podían verse, aislados, pequeños puntos de luz. Halos de esperanza, fruto de la unión de unos pocos que, antes de aceptar lo que el mundo les imponía, se atrevieron a cultivar su corazón.

Cuento: El sol durmienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora