Finalmente estaba volando, como si sus delgados brazos color marfil hubieran sido suplantados por unas hermosas alas que aspiraban más allá de lo real; como si sus lágrimas perdidas entre las páginas de un papel viejo y arrugado se hubieran transformado en la pulcra llovizna helada que cae en la mañana; como si el viento se hubiera convertido en su amigo más íntimo, susurrándole los deseos de las personas a su oído; como si la nubes pasajeras de un cálido atardecer se hubieran inclinado a envolverla en un suave abrazo primaveral. Tomando en los finos lazos de su corazón el suelo áspero y doloroso, el camino hacia su libertad.