Buscando el amanecer.

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Al hundirme en aquella negrura sentí paz, pero después de cuestionarme por qué me encontraba con tal tranquilidad me vinieron sentimientos de terror y amargura pertenecientes a algo que yo conocía, pero en ese momento no lo podía asimilar del todo, solo podía sentir ese pesar que me desgarraba el corazón.

Un parpadeo.

Dos.

Una lágrima.

Tres parpadeos.

Un grito.

Una palabra:

Sufrimiento.

Algo que no sabía explicar del todo bien, pero que hizo que me retorciera en mi dolor más profundo, chocando contra las paredes que me aprisionaban. Sola, en una caja; mi caja.

Vi todos mis sueños y planes corriendo por mi mente igual que las lágrimas por mi cara, mi expresión se transformó en la misma que tenían todos ellos, la última vez que los vi.

¿Era posible que estuviera muerta? ¿Es ese el motivo de todo lo que recuerdo? ¿O es una mentira más? Como aquella que me hizo pensar un tiempo el que yo era un peligro, porque en realidad lo que soy es positivo: el simple hecho de tener buenos deseos y algo de esperanza me hacen algo bueno, aunque no es tan útil hasta que se presentan todas mis ideas y planes.

De pronto aquel agujero en el que me encontraba empezó a tener pequeños destellos de luz que se volvieron poco a poco más intensos. Unos segundos después sentí cómo la caja se movía hacia arriba, volviendo hacia el exterior, tal como si hubiera entendido lo que yo quería.

Escuché algunos golpes sobre que hacían crujir la madera, perforándola y permitiéndome tomar aquella mano que me sacó de mi prisión, guiándome a un abrazo que me hizo sentir protegida. Todas las personas que me importan estaban ahí: juntos, intentando salvarme, felices por el éxito de su misión.

Fue entonces cuando prometimos más que nunca cumplir el deseo que todos teníamos en común: vencer juntos las muertes innecesarias y rescatar lo poco que quedaba. Y yo además, sumándole a aquella promesa algo que anhelaba desde hacía mucho tiempo.

—Tranquila, estaremos contigo aún a pesar de las dificultades... No porque parezca el fin, permitiremos que la lucha acabe ahí— dijo la persona que me tenía en sus brazos.

Y aunque sólo pude asentir en ese momento, mis labios por fin reencontraron el camino hacia una curva ascendente que parecían haber añorado, su tesoro mas valioso.

MAD ANDREA.






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