Bésame.

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Matt Khandhilac.

Habíamos regresado a ese cuarto tétrico y repleto de símbolos. Me sentía enfermo, como si estuviera atrapado en una película de mal gusto o una serie donde claramente soy el mejor amigo gay que matan primero.

Luke soltó mi brazo, Dylan cerró la puerta una vez que estuvimos los tres dentro, encendió la luz, me permito ver el cuarto esta vez, había una gran cama, parecía ser king por el tamaño, las sábanas eran blancas y había quizás unas diez almohadas rectangulares esparcidas contra el respaldo. Había un sillón en una esquina, era negro y parecía antiguo. El armario ocupaba casi toda la pared, y las puertas tenían espejos, no había notado eso la primera vez.

El suelo estaba decorado con azulejos negros, eran pequeños cuadrados que se unían entre sí, era bonito a decir verdad, de no ser por las enormes runas en las paredes blancas que parecían sobresalir de la superficie.

El olor de Dylan en estas paredes era más fuerte, probablemente porque su lobo también se sentía acorralado aquí.

Café y...

Tragué saliva cuando me miró fijo, parecía notar que estaba reconociéndolo, nuevamente. Sus ojos se volvieron rojos unos segundos, quizás estaba haciendo lo mismo. Me abracé a mi mismo sentándome en el borde de la cama, Luke se sentó en el sillón, Dylan se quedó de pie a su lado.

— Dijiste que estuviste años en un cuarto de tortura, ¿recuerdas algo más?, hace siglos que eso se desterró de nuestra cultura, ya no hacemos eso, pero si tú dices haberlo vivido, cuéntanos. — el Beta fue quien comenzó a hablar, estaba tranquilo, sus codos se recargaban sobre sus rodillas y sus manos estaban entrelazadas, sino fuera por el color de sus ojos. Juraría que él era el Alfa.

Había algo en él, se sentía diferente. Cómo si emanara poder.

Dylan por el contrario, lucía perdido, sus ojos iban desde el café al rojo descontroladamente, pero siendo sincero, no lo culpaba, claramente no conocía a su hermano, no como yo lo conocía.

Tabaco..chocolate...café...

Contuve la respiración cuando la marca ardió y sus ojos conectaron con los míos, pude sentirlo, pude escucharlo, y quería tanto..mierda..

— Uhm.. — murmuré chasqueando mi lengua contra mis dientes, maldito vínculo, me forcé a mirar al Beta quien estaba frunciendo su ceño, parecía no entender nada o quizás si y tan solo le molestaba. — Si, lo recuerdo. — logré decir, crucé mis piernas sobre mi eje acomodándome mejor, me sentía más cómodo así. Me agradaba sentarme así, era más cómodo que estar sentado como ellos, así al menos mis piernas no colgaban de la cama, era muy alta.

Maldición, otra vez, disocié.

— ¿Bueno..? — inquirió confundido.

— Lo siento, suelo desconectarme. — me disculpé jugando con mis manos. — Eran siete... — el olor a metal, la madera crujiendo, los pasos, los susurros, el sonido de mi voz suplicando que me soltaran, el olor a mi padre en ellos. — Yo.. — caí de rodillas, gritando sin poder detenerme, el lobo estaba allí, suplicando que lo liberara, lo hice, intenté atacarlos, pero su olor, era tan fuerte, no podía moverme, me sentía sofocado. — Bueno yo... — mi voz se quebró, llevé mi mano a mi cuello acariciando la reciente marca cuando comenzó a molestarme ligeramente. — Eran siete y ellos.. — aullé, también rugí, salté sobre uno de ellos, logré llegar a su cuello, su sangre, sabía distinta, no parecía pertenecer al mismo linaje.

Cerré mis ojos con fuerza pellizcando la piel de mis manos, mordí mi labio inferior cuando este tembló, parpadeé repetidas veces intentando ordenar las imágenes que se mostraban ante mis ojos.

Alfa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora