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Transcurría la década de 1950 cuando Jungkook se enamoró de Taehyung.
Era su cumpleaños número veinte, la noche en la que su padre lo llevó por primera vez a un burdel. Desde el principio estuvo muy incómodo con la situación, ver a tantos donceles y mujeres con muy poca o nada de ropa lo sonrojó demasiado.
Creció en medio de una familia sumamente religiosa y temerosa de Dios. Con ese tipo de madre sobre protectora y padre estricto, siempre recordándole que no debía pecar. Jamás tuvo una experiencia sexual con alguien más, de hecho la primera vez que su ex novia intentó hacer algo más que darse pequeños picos le dijo que saliera de su habitación porque tenía mucha tarea por hacer.
Esa noche se masturbó por primera vez pensando en su novia, recordando sus labios esponjosos y la forma en la que sus manos intentaban colarse por la bragueta de sus pantalones. Misma noche en la que oró y le rogó a Dios que lo perdonara por haber pecado.
Se negaba a pecar antes del matrimonio.
O al menos eso pensaba hasta que conoció a Tae. La primera vez que lo vio sintió como el aire se iba de sus pulmones, era la criatura más perfecta que sus ojos vieron en su corta vida. Un rubio con un cuerpo esbelto y con unas piernas tan elegantes caminaban de un lado al otro con mucha gracia, con una cara digna de admirar día y noche, muy seductor y encantador.
El tipo de doncel que roba la atención sin necesidad de hablar o siquiera mover un dedo. Era simplemente irreal.
Su boca se secó y caminó como un zombi en dirección al hermoso doncel que reconoció como su vecino, el mismo que su madre decía se apartara porque era un indecente, nunca supo por qué decía ese tipo de comentarios y en ese momento se dio cuenta a lo que se refería, pero poco le importaba si él vendía su cuerpo o no, era igual de digno ante sus ojos, una belleza como él merecía el mundo entero a su disposición.
Él estaría dispuesto a dárselo.
Esa noche cuando sus miradas se conectaron una chispa indiscutible se formó entre ambos. Se encaminaron a uno de los tantos cuartos del burdel y se besaron por primera vez, tan apasionado que sus respiraciones se cortaban debido a la intensidad, rozando sus cuerpos, sintiendo una corriente que le provocaba espasmos al menor, nunca tuvo un acercamiento tan íntimo y correcto.
Esa noche tuvo su primera vez con el precioso doncel que más tarde se convertiría en el amor que jamás podría alcanzar.
Era el doncel de todos y de nadie...
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