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La casualidad que hizo la amistad

El viento de esa mañana era demasiado reconfortante, las ramas de los árboles se mecían al son de la brisa, se oían a lo lejos los pájaros cantar con una dulce melodía como si lo hubieran preparado todo; era un día extrañamente precioso. El cielo se llenaba de tonos cálidos, rojo, naranja, amarillo; por otro lado, la luna ya había desaparecido pero el sol aún no se presentaba por completo, vaya tímida de rayos pelirrojos que se alzaban lentamente, mientras él se sentaba solo en el césped de la plaza admirando tal belleza natural, mala hora para no tener consigo su cámara; aunque toda bella vista fue interrumpida por un chico, alto y delgado, sentado en la barandilla del puente encima del río.

Sus ojos se abrieron de par en par al interpretar lo que el chico alto pretendía, debía detenerlo, pues no quería presenciar un intento de suicidio, y sí, la verdad es que podía salir huyendo de allí, pero de que serviría aquello si una vida estaba en riesgo, por lo tanto, lo más sensato que pensó fue acercarse lo más rápido posible y efectivamente lo haría.

Una vez llegando al puente vio como el chico alto veía fijamente el sol naciente con una especie de nostalgia, eso hizo que algo dentro de Chuya se removiera, sintió una ola de preocupación y se puso justo al lado del más alto en silencio, mientras apoyaba sus codos en el barandal e imitaba la vista del vendado, pues si, ese chico alto y delgado que probablemente quería acabar con su vida de una forma simple estaba cubierto de vendas bajo la ropa ligera que llevaba esa mañana.

-Es un muy bello amanecer, ¿no crees? -preguntó Chuya al más alto que parecía ya haberse percatado de su presencia hace ya un momento.

-Es precioso a mi parecer-contestó el vendado.

-Que te trae a este parque tan temprano-indagó el pelirrojo en un tono amable, era obvio que lo sabía, pero estaba en duda de si el más alto negaría sus propios planes.

-Puedo preguntar lo mismo-dijo el de ojos marrones.

Qué clase de respuesta era esa, eso tomó desprevenido al de ojos azules, pero no es que estuviera allí por un motivo malvado o algo así, pero... ¿a qué viene una persona al parque? Los niños a jugar, algunos adolescentes a pasear con su pareja, otros vienen con amigos, pero ¿Cuál era el propósito de la visita del pelirrojo al parque? Supongo que venía a despejar su mente, pero ¿de qué? Bueno... toda persona puede llegar a sentirse sofocada de estar todo el día en el mismo lugar o con las mismas personas por lo tanto buscan un lugar espacioso y a veces algo solitario y tal vez eso quería Chuya, tener un poco de libertad, ¿pues quien no quiere libertad, cierto?

-A despejar un poco mi mente.

El castaño asintió y una sonrisa amigable se dibujó en su rostro.

-Me llamo, Dazai-se presentó el vendado.

-Genial, me llamo Nakahara Chuuya, pero... puedes llamarme Chuya-respondió el pelirrojo-. Sabes, no te voy a mentir, sé para qué viniste aquí y... solo te diré una cosa: no intento decir que la vida es la mejor, pero tampoco puedes acabar con ella porque sí, tal vez estés pasando por algo que ni yo me puedo imaginar, un dolor, un vacío, una herida que te parece imposible sanar, ¿pero por qué acabar con tu vida si ni siquiera sabes que te espera en un futuro? Tal vez el destino te prepare una vida alegre en tu adultez, todo el dolor es algo pasajero, y... tal vez no me conozcas y creas que no puedes confiar en mí, pero si es compañía lo que necesitas yo te la puedo dar, sé que no soy la mejor persona, pero solo trato de ayudarte-dijo Chuyacon una sonrisa solemne.

Y aunque Dazai no confiara del todo de Chuya decidió quedarse a hablar con él y se dio cuenta de algo, Chuya era una persona bastante arrogante, confianzuda y de poca paciencia, pero también podía llegar a ganarse la confianza de Dazai, ¿lo raro?, el castaño no tomaba confianza de las personas muy rápido, pero Chuya le hizo cambiar ese pensamiento, el pelirrojo lo trataba de una forma que jamás nadie lo había tratado, era amable, lo hacía reír, y sobre todo... parecía apreciarlo en verdad, eso terminó haciéndole sentir de algún modo querido a Dazai...

Chuya fijó la hora en reloj y se dio cuenta de que ya sería de mediodía y debía volver a su casa, esto lo entristeció, pues aún no podía que había podido hacer un amigo, y eso le recordaba a cuando era un niño en el parque se hacía varios amigos, pero jamás los volvía a ver, no quería que eso pasara con Dazai, pero ninguna idea en ese momento pasaba por su mente, ahora estaba realmente en blanco.

-Sabes, podríamos hablarnos por celular, ¿no crees? –preguntó Chuya con miedo.

La sorpresa que se llevó cuando Dazai aceptó era demasiado evidente en su rostro, intercambiaron números para así finalmente despedirse, cada quien siguió su propio camino a casa, o eso pensó el pelirrojo, pues, el castaño quedó viendo como Chuya se perdía entre la algarabía, hasta que finalmente fue borrado de su vista, el vendado soltó un suspiro y fue por su propio camino.

Chuya caminaba por la acera de la calle con calma para llegar a casa, aunque su mente no podría decir lo mismo, su cabeza estaba todo menos calmado, se sentía como un niño al que le habían regalado el juguete que más quería, poco era decir que era alguien que agarraba confianza rápido, aquel muchacho que decía llamarse Dazai podía ser alguien peligroso, pero el pelirrojo no pensaba en eso, es más, aquello no le importaba, estaba feliz y él confiaría en su nuevo amigo hasta que vea con sus propios ojos que es una mala persona.

Perdido entre pensamientos y sentimientos ya había llegado a su casa, es cierto que no era la casa más lujosa o hermosa, pero por alguna razón su casa era muy pacífica, a decir verdad, al entrar fue hacia la cocina y allí estaba Ozaki, él la saludó y se disculpó por haber llegado tarde entonces fue a preparar la mesa, una vez los dos sentados Chuya aprovechó para contarle sobre Dazai con emoción. 

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⏰ Última actualización: Jan 28 ⏰

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𝐅𝐀𝐈𝐑𝐘𝐓𝐀𝐋𝐄 | 𝘀𝗼𝘂𝗸𝗼𝗸𝘂Donde viven las historias. Descúbrelo ahora