Santa Biblia Reina Valera 1960 - Eclesiastés 5
1. Cuando fueres a la casa de Dios, guarda tu pie; y acércate más para oír que para ofrecer el sacrificio de los necios; porque no saben que hacen mal.Después de lo sucedido salí de la mansión de Jak.
No me lleve a Elizabeth conmigo porque Jak estaba muy feliz de tenerla y parecía un niño jugando con ella, así que la deje estar ahí unos días más.
«Lo importante es que ella iba a volver conmigo».
Fui al parqueadero por mi camioneta y justo en ese momento Deimond estaba llegando en su auto.
Hice de cuenta que no lo miraba y comencé a abrir la puerta de mi camioneta pero por alguna razón que desconozco la puerta no quería abrir.
—¡Linda! —habla Deimond sorprendido al verme —no pensé verte por aquí.
No me quedo de otra que voltear a verlo y darle la cara.
A mí mente viene el recuerdo de las pantuflas y es difícil no sentirme un poco avergonzada.
Solo aspiro a que Elizabeth no se lo halla contado a Jak.
—hola —saludo.
Trato de ser lo más normal posible.
Aunque con él al frente es difícil no ponerme un poco nerviosa.
—¿Cómo estás? —pregunta él con esa sonrisa de siempre.
«Alguien debería de decirle que no sonría así, eso es un peligro».
—bien —respondo.
Sigo intentando abrir la puerta pero está no quiere abrir.
—¿Necesitas ayuda con eso? —pregunta Deimond.
—¡No!, —me apresuro a responder —yo la abro.
Me indigna ver que los escoltas de Jak están por ahí pero no hacen nada al respecto.
Solo sirven para agarrarlo a uno cuando está en pelea.
—oh vamos —insiste él sin dejar de sonreír —dejame ayudarte.
Se acerca a mi para ayudarme y por un momento sentí mi corazón detenerse.
«Maldición».
«Odio los sentimientos».
Quito mi mano de la manija de la puerta, él la toma y como si fuera por arte de magia, la puerta abre de inmediato.
Parecía como si yo hubiera fingido que no la podía abrir.
—ya está —dice él tranquilamente.
—pero...¿Cómo? —pregunto confundida mientras mis mejillas arden —¿Por qué yo no la pude abrir?.
—no lo sé —dice levantando una ceja y dandome una risita divertida.
Me subí al auto, baje el cristal y le dí una última mirada.
—adios Deimond.
Fui a acelerar la camioneta pero el me detuvo.
—¡Espera!.
—¿Que? —lo miro.
—¿Viniste de paseo o te vas a quedar a vivir acá?.
Me sorprende un poco su pregunta pero la respondo.
—me voy a quedar a vivir acá.
Él sonríe más.
—¿En la mansión de siempre? —pregunta.