La rueda de la fortuna

43 5 1
                                    

Loki no estaba seguro de muchas cosas. Cosas tales como:

1-  Si Sylvie y él habían condenado a la vida y a todas sus posibilidades a su absoluta e irrevocable extinción

2- Si podría convencer a una inteligencia artificial con forma de caricatura de reloj a apoyarlos con su plan para evitarlo

3- Si ese plan funcionaría

De lo único que estaba seguro era que ese no era el momento oportuno para disfrutar de las triviales diversiones de la Feria Mundial de 1893.

Pero Mobius había tirado de la manga de su saco y señalado con un entusiasmo casi infantil a una extraña construcción de forma circular, una monumental rueda de metal con sillas colgando de ella que destacaba sobre las atracciones circundantes por su gran altura.

—¡La noria!--- exclamó el analista con una voz cargada de emoción y una chispa en los ojos que Loki sólo había notado cuando hablaba de sus preciados jetskis. El dios desvió la mirada del rostro fascinado de su amigo para apreciar al juego mecánico que era motivo de su admiración. Sólo conocía a las norias de madera que elevaban recipientes de agua, y el propósito de aquella parecía ser el de elevar a personas, lo que no tenía ningún sentido. Suspiró.

—Mobius, tenemos cosas que hacer.

—Oye, no sabía que eras el dios de los aguafiestas. —Mobius le dio un golpecito juguetón en el hombro–Vamos, será divertido.

—Pero...— antes de que Loki pudiera protestar, su compañero  ya se había colado entre el mar de gente y le estaba dando unos billetes al hombre calvo y robusto que era el encargado. — No podemos...—estaba subiendo a una de las cabinas–- ...necesitamos encontrar...—Mobius palpó el asiento vacío frente a él con entusiasmo.

—¡Súbete!— gritó.

El dios de las mentiras, del engaño y del caos giró los ojos con tedio.

Y obedeció.

—El tiempo mismo está en peligro, y lo estamos, literalmente, perdiendo—señaló apremiante mientras se acomodaba en el asiento de mala gana.

— ¿Este es el mismo Loki que liberó a unas cabras en Pompeya mientras gritaba que nada importaba? —cuestionó Mobius con ironía.

—Eso fue diferente, era para probar un punto— En ese preciso momento, su cabina se movió para permitir que otra pareja se subiera en la contigua. Aquello lo tomó desprevenido, y por instinto apresó el barrote más cercano para sostenerse de él como si su vida dependiera de ello.

—Esto también es para probar un punto.— respondió el analista.

—Ajá, ¿y ese es?--- Loki ya tenía los nudillos blancos. Su cabina se seguía recorriendo mecánicamente a medida que abordaban pasajeros en las demás y empezaba a cuestionarse seriamente el porqué no había hecho que una ilusión acompañara a Mobius mientras él buscaba a Miss Minutes.

— Que necesitas calmarte.

—No es cierto

—-Que sí.

— No

—Estas como... un gato. Un gato con el pelo todo erizado.

Loki guardó silencio por unos segundos y después parpadeó, como saliendo de un trance. Mobius tenía razón. Sus nervios estaban destrozados por los recientes sucesos, su corazón latía desbocado, respirar era difícil: su mente era un panal, y sus pensamientos, avispas molestas que zumbaban y lastimaban. No podía ocultar su desesperación, al menos, no a la persona que mejor lo conocía. Finalmente, relajó su postura, se cruzó de brazos y se recargó en el respaldo de la silla. Su compañero sonrió con empatía.

Gracias por la chispaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora