cap 1

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Alejandra tenía diecisiete años, era capitana del equipo de vóleibol en la mejor escuela de su país, tenía el mejor promedio de su clase, un óptimo rendimiento en el juego, y amigos fieles. Medía 1,70 mt, tenía cabello castaño, ojos azules, y un corazón partido.

Todos hablaban del primer amor, de lo bonito que era y de cuanto dolía también. Pero ella no creyó que terminaría así.
Era escéptica en ciertos temas, no creía en los espíritus, no practiba ninguna religión, ni mucho menos creía en las historias de amor verdadero y el hilo rojo del destino. No creía que fuera capaz de "derretirse" por un chico, de sentir mariposas en la panza, o de andar con la cabeza en las nubes a causa de alguien.
Pero una persona había cambiado eso.

No había empezado como una película romántica en un comienzo, él no se había quedado embobado al verla y ella no había sentido los supuestos bichitos en la panza.

A Ale no le caía bien su actitud pedante, y a él no le agradaba su antipatía.

No trataban salvo en discusiones en el aula pero por alguna razón que no comprendían sentían repelús por el otro.

Y no le gustaba pensar que había sido una historia cliché de enemigos a amantes. Porque primero por obras del destino se hicieron amigos antes que pareja. O antes de que supiera que a él le gustaba y que ella se sentía de igual forma. Porque cuando estaban muy cerca quería quedarse ahí, o cuando él reía le daban ganas de sonreír. Y cuando supieron dejar las ideas que se habían hecho el uno del otro a un lado, se potenciaron entre sí.

Adoraba su acento mexicano, sus palabras raras ("diferentes" le había corregido él). Compartían el mismo sentido del humor, la misma dedicación por sus respectivos deportes. Le encantaba enseñarle costumbres argentinas y aprender las de él. Podían hablar horas y estar muchas más sin hablar.

Ale era dedicada, estructurada, perseverante y paciente. Era leal, atenta y siempre cumplía con su palabra. Su forma de demostrar cariño era siendo servicial, y compartiendo de su tiempo (el cual mezquinaba mucho).

Lorenzo era apasionado, organizado, constante y aplicado. Era efusivo, impulsivo y siempre estaba atento a lo que ella necesitara. Su forma de demostrar cariño era con detalles materiales, atenciones, y palabras de afecto (los cumplidos eran su fuerte).

Pero Ale no hablaba mucho de sus sentimientos, no tomaba mucha iniciativa, y era muy autosuficiente.

Y Lorenzo, podía llegar a centrarse mucho en sus propios asuntos, cerrarse sólo a sus sentimientos, y no comunicar cuando necesitaba apoyo.

Ale no creía en el amor a primera vista, odiaba cuando en las películas se enamoraban sin siquiera conocerse. Cuando estaban tan cegados por "amor" que perdonaban lo que fuera.

Lorenzo no creía en el amor verdadero, odiaba cuando en las películas no elegían al "mejor" pretendiente. Y no le gustaba cuando los hombres rogaban por el si de su enamorada.

Ale valoraba la contención. Y para ella una relación se basaba en la confianza y el acompañamiento.

Lorenzo valoraba el apoyo. Y para él una relación se basaba en la comunicación y la atención.

Quizás fue por todo lo que no tenían en común que lo suyo no había funcionado. Y había sido cuestión de tiempo para que la verdad saliera a la luz. La época de campeonatos y torneos era intensa. No era fácil encontrar espacios para verse, entre las actividades deportivas y estudiantiles, y el pequeño trabajo que tenía en el Hat Trick. Sus encuentros eran durante clases y recesos, llamadas o mensajes. Pero no había mucho espacio para la intimidad y poco a poco la distancia comenzaba a notarse. Aunque no por eso ella habría buscado consuelo en otros labios. Ni por poco que fuera el tiempo que se veían hubiera pensado que él ya no quería verla. Ella entendía sus responsabilidades y por mucho que deseara estar con él respetaba sus ocupaciones.

Entonces era difícil para ella comprender el porqué de sus acciones ¿cómo había sido capaz de estar con otra persona mientras ella estudiaba, entrenaba y trabajaba? No era que no quisiera estar con él, que ya no tuviera interés, realmente no tenía el tiempo suficiente.

Pero para él era diferente, cada que Ale le decía que no podía se sentía como si evitara estar con él. Y entendía que sus amigos no fueran los mismos pero ¿porqué no podía estudiar con él y los suyos alguna vez? o ¿porqué no le pedía a él que la acompañara a sus exámenes pero si a Ricky y Dedé? Quizás no pudiera pero ni siquiera preguntaba. Siempre era él quien escribía para verse o proponía planes a los que ella nunca podía ir. Se sentía sólo y no correspondido. Por eso cuando Martina preguntaba como estaba o le hablaba sobre otra cosa que no fuera la escuela se sentía bien, como un respiro. Se sentía interesante. Cada que salía con sus amigos y ellos con sus novias, Martina estaba ahí. Hacía muy bien su trabajo haciéndolo sentir importante, alimentando su ego y levantando su autoestima. No recuerda cuándo sucedió, cuándo comenzaron a ir a su casa platicar o simplemente ver la tv. Cuándo decidió acompañarla a casa. Y cuándo fue que comenzaron otras cosas además de hablar. Pero lo hizo y no fue hasta que Ale se enteró que se dió cuenta lo que había hecho y lo mal que estaba. Lo mal que se sentía, la culpa, el miedo, el vacío insasiable. Porque cada vez que ella se iba, volvía a estar sólo. Y fue demasiado tarde.

Ale tenía su orgullo, y él lo sabía. Era algo que le atraía, como enfrentaba las cosas, como no se dejaba pisar, se hacía respetar, como se ganaba la recompensa y tomaba la derrota. También sabía que con ella era blanco o negro. Y que no había forma de que lo perdonara.

Entonces, cuando le dió la espalda luego de discutir y decidir que hasta ahí llegaban, él no insistió. Porque su orgullo era grande también y porque la verguenza de saber que lo había arruinado le pesaba.

Ahí Ale entendió el dolor del primer amor. Lo que nadie le había dicho era cómo se superaba. Era fácil decir "ya está" pero era difícil quitar a esa persona de su cabeza.

Le quedaba aveiguarlo sola.





- reescribiendo

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⏰ Última actualización: Jan 31 ⏰

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