1. Todo empezó...

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"Te quiero". Esas fueron las últimas palabras que escuché viniendo de él. No pude responderle ya que no podía procesar lo que estaba ocurriendo, pero puedo asegurar que si hubiera tenido las pulsaciones a un ritmo normal o por lo menos aceptable, le habría contestado con un beso de despedida. Sin embargo mis nervios no lo permitieron, y me quedé como un pasmarote mientras me abrazaba. ¿Pero cómo soy tan idiota? Fue la última vez que escuché su voz, el último abrazo, el último momento que pasaríamos juntos y no pude ni decirle lo mucho que me importaba. Supongo que el amor es así, si todo va bien te sientes en un mundo lleno de magia y de mariposas, pero si no va todo como te gustaría que fuese no es tan divertido. 

Todo esto tiene un contexto que voy a explicar con detalles e intentando aguantarme las lágrimas mientras lo narro. Todo empezó con un chico que conocí en el instituto, ay... Qué recuerdos volver al pasado. Él estaba en cuarto de la ESO, mientras que yo iba un curso por debajo. En esos momentos yo no estaba muy bien con mis amistades (mejor dicho mis supuestas amistades). Me metieron en un lío enorme diciendo que yo hablaba mal y decía cosas horribles de Carlos siendo completamente mentira. Pensaba que él desmentiría todo y diría que no era verdad... Bueno, supongo que me equivoqué. Me demostró que no debía confiar en nadie por mucha confianza que tengas. Me llevaron con la directora, y en su oscuro y desordenado despacho aparte de estar ella en su silla más anticuada que las taquillas de insti, también estaba un chico con flequillo ondulado, pelo castaño claro y ojos verdes. Llevaba puesta la capucha y tenía cara de pocos amigos. Me senté al lado suya y la directora me hablaba a mí mientras que a él lo dejaba estar como quisiese, estaba con el móvil jugando al "Candy Crush"  y ni siquiera lo regañaba.

El chico me miró un par de veces mientras la directora me explicaba a lo que me enfrentaba por "insultar" a un alumno del centro, pero yo no quería sostenerle mucho la mirada al chico ya que la verdad me daba un poco de miedo las pintas de macarra que llevaba. La directora se fue decepcionada a por un papel de expulsión y al cerrar la puerta del despacho, el chico cogió su mochila y se dirigía a la puerta. Yo como buena chica aunque tenía un poco de miedo por lo que me pudiera pasar intervine: 

- Eh, ¿dónde vas?

- Aquí no hago nada empollona, me voy a mi casa

- Pero no te han dado permiso. Y si estás aquí es por algo. 

- ¿Acaso importa por qué estoy aquí? Lo que importa es por qué no estoy ya en mi casa comiéndome unos churros con chocolate mientras juego a la consola.

- Pero te meterás en un lío muy gordo si te vas. Solo te estoy aconsejando, yo no lo haría.

- Ya, se te ve. 

Estaba apunto de salir hasta que interrumpí:

- ¿A qué te refieres con eso? ¿No me ves capaz o qué? 

- Pues claro que no. Eres la típica empollona que se cree que por estar en el despacho y llevarse una expulsión ya es muy grave. 

- Pues a ver, lo normal es estar en clase aprendiendo. Vamos, digo yo...

- ¿Ves lo que te decía? Eres una pringada.

- ¡¿Oye pero qué te pasa?!

- El tiempo, me pasa el tiempo tan bonito que tenía para irme a mi casa pero lo estoy gastando hablando contigo.

Finalmente abrió la puerta y empezó a irse mientras decía: pringadaa. 

No sé qué me pasaba pero sentía que debía ayudarle a darse cuenta que no debía irse. Tampoco sé qué se me pasó por la cabeza que salí corriendo tras él. Llevaba puestos los auriculares y llevaba su capucha gris tapándole los ojos. 

12 meses sin tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora