El trato y el ancla dorada

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El invierno ya había llegado a la frontera del reino del sur, al igual que los soldados del reino del norte, el reino enemigo. No era una sorpresa, en loa diarios ya andaban diciendo que habían rumores de haber visto salir una expedición que tenía la misión de tomar de rehenes e irrumpir en las casas de los pueblos más cercanos a la frontera. Pero nunca pensaron que llegarían tan pronto al este, la zona más rural y menos poblada del reino. Este era un pueblo bastante tranquilo, no vivían muchas personas. Era más para aquellos que no les gustaba la vida acelerada de la ciudad, trabajadores que disfrutaban de cultivar sus propios alimentos y ganar algo al venderlos en el mercado de emprendedores. Todos en el pueblo aportaban su granito de arena, así se sentían útiles y se ayudaban entre sí. Estaban justo al lado del gran bosque que dividía la parte del campo con la ciudad, y existían leyendas que decían que también era el limite entre el cielo y el infierno, muchos decían haber visto seres inigualables y haber hablado con ángeles, demonios y caballos alados. Pero solo eran tontas historias que contaban las ancianas del pueblo para entretener a sus nietos y algunos hermanos que solo buscaban molestar a sus hermanas pequeñas.

Como hacían los hermanos mayores de Anna. Anna era hija menor de una familia de siete integrantes. Sus hermanos mayores, si no estaban ayudando a su padre en el deposito, estaban en el bosque. Solían ir a buscar frutos silvestres, explorar e indagar si realmente se aparecían animales extraordinarios y espíritus del mundo superior.

Anna estaba dibujando cuando comenzó a escuchar los primeros chillidos alaridos de su madre y su llanto desesperado al ver entre la neblina desde lejos a los esplendidos caballos iluminados por los faroles y antorchas que sostenían en lo alto los temibles hombres. Anna salió de la habitación, su padre tomó a su esposa por los hombros y la alejó de la ventana, la inocente Anna se acercó al lugar exactos donde estaba su madre frete la ventana. Ahí los veía, acercándose cada vez un paso más. No había forma de como se hubieran enterado, nadie del pueblo se encontraba preparado ni se hubieran imaginado una situación semejante. Ya no había como escapar, estaban demasiado cerca y eran muchos como para salvarse toda la familia y que no los vieran. La familia debía hacer al igual que el resto de los vecino: esperar su final.

Anna, sus padres, sus dos hermanas y dos hermanos, se habían escondido en el deposito de su padre donde solía trabajar todas las tardes soldando y experimentando con todo tipo de metales para venderlos en el mercado central del pueblo. Hacía todo tipo de cubiertos, vasos y otras cosas de la vajilla, y a veces, cuando estaba muy estresado, se ponía a hacer con delicadeza, alhajas; dijes y cadenas. Guardaba lo más preciado de oro de su reserva para la familia, y ya se había vuelto una tradición regalarle a cada uno de sus hijos un collar dorado con un dije diferente para cada uno. Era un detalle especial y se había convertido en algo muy preciado para ellos. Les daba una identidad y significado a cada uno en la familia. Su padre jamás lo había explicado como tal el porqué a cada uno le había tocado ese dije, pero Anna ya se había inventado su propia historia para encontrarle una razón e intentar entender lo que pensaba su padre.

El padre de Anna, primero, le regaló un collar a su esposa con un dije de un corazón, según Anna porque era el amor de su vida y tenía todo su corazón y era ella quien lo guiaba hacia donde deseaba ir. Luego llegó su hermana mayor, tenía el dije del sol, porque su llegada fue una bendición que ilumino la casa y era el sol de su vida que haría brillar su mundo. Más adelante, sus dos hermanos, tenían la luna y el rayo, ya que en los momento más oscuros la luna y las estrellas lo ayudarían mantener el camino, y el rayo iluminaría las aguas en las noches de tormentas y disturbios. Su otra hermana tenía la flor, la tierra firme y a la que él buscaba llegar y donde finalmente deseaba quedarse. El padre de Anna tenía el timón, era quien dirigía el barco y todos los ayudaban a encontrar su destino y superarlo todo. Finalmente, Anna tenía el ancla, era quien lo ayudaba a marcar en final de viaje y quedarse donde debía estar por siempre, protegidos y seguros de mantener el barco firme en la tierra.

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⏰ Última actualización: Feb 10 ⏰

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