El despertar de la Bestia

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Suelo ser alguien muy sensible, amigable y simpática, pero hay una sola cosa que hace que la ira dentro de mí cobre vida.

Los gritos.

Suelo estallar en llamaradas de insultos y agresividad cuando alguien se me exalta más de la cuenta.

Tengo problemas de ira, la rabia es algo que se va cocinando dentro de mí por un periodo de tiempo no determinado, puede ser o muy lento, como muy rápido y efusivo.

Mis cambios de humor no suelen afectar a nadie, siempre y cuando no me hagan enojar.
He llegado al punto de querer reventarle la cara a alguien a golpes, pero gracias al cielo siempre he tenido un control en ello.

Es en lo único que puedo mantener el control...

Porque a pesar que soy una bomba de tiempo a punto de explotar, no quiero hacerle daño a nadie aunque me lo hagan a mi.

No soy así.

Pero hay algo dentro de mí que no tolera los malos tratos, las injusticias, los engaños y los gritos. Suelo ser paciente y tratar de no reventar, pero hay momentos donde no puedo simplemente dejarlo estar. Tengo que reventar o siento que moriré.

Hoy fue un día que me levanté con el pie derecho según yo. Estaba feliz y quería ser productiva, hasta hice el desayuno y el almuerzo, sabiendo perfectamente que mi abuela lo haría como todas las mañanas sin rechistar.

Quise preparar lo que mi madre se le había antojado la noche anterior, quería sorprenderla con el hecho de que estaba haciendo algo por ella.

Como éramos muchos en casa hoy escogí una pasta con más cantidad para que alcanzara para todos, pero cometí el error de querer dejar un poco para más tarde. Sabía que esa pasta la había escogido mi padre, pero no pensé el hecho de que yo quisiera prepararla le molestase.

Todo ocurrió tan deprisa que simplemente no pude frenarlo, las acusaciones y gritos empezaron y mi rabia empezó hacer ebullición.
No quería pelear, me quedé callada sin entender porque tanto problema por haber hecho una pasta que era para todos y no solo para mí. Quería que se callase porque podía sentir como la ira me iba consumiendo, pero fue demasiado tarde, me amenazó y explote.

Me levanté con furia de donde estaba acostada y despotricando improperios hice saber mi descontento con la situación. Di un golpe en la mesa y todos guardaron silencio.
Al parecer era lo que se necesitaba para que el lugar estuviera en calma.

Ver a una persona tranquila, fuera de sus cabales comportándose como bestia y envuelta en ira.

Le mire fijamente a los ojos desafiándolo sin decir nada, solo esperaba que dijera algo para avanzar, en ese momento no me importaba nada, al parecer mi estado en ese momento le afectó porque retrocedió y se sentó en un asiento que tenía a su espalda, destense mis hombres, aún envuelta en ira y avancé hasta mi habitación con el solo pensamiento de alejarme antes que le reventara la cabeza de un golpe y cometer un error.

Era mi padre, más nuestro trato era una mierda, solía tratarme como si fuera su peor enemigo y por alguna razón él se convirtió en el mío.

El rencor y enojo se depositó en mi corazón un día sin darme cuenta y nuestra relación por sus acciones cambió.

No puedo decir que lo odio porque una parte muy en el fondo de mi corazón lo quiere, pero amor como tal ya no siento. Porque a pesar que es mi padre el amor poco a poco se va acabando y marchitando si no lo sabes cuidar.

Me alejé a un costado de casa y por fin mis lágrimas empezaron a caer, un dolor profundo en mi pecho se instaló y la tristeza me embargó.

Odio con lo más profundo de mi corazón que nuestra relación haya terminado de esta manera.

A veces no siempre las cosas buenas empiezan y terminan de la misma manera.

Eso aprendí cuando por duodécima vez nuestra relación se perdió, a pesar de los pocos intentos de su parte por cambiar.

Y en definitiva ya yo no lo iba a intentar...

A parte de mis obvios problemas de ira, también era muy orgullosa y egoísta.

El despertar de la bestia. -
R. Coffre

Notas a través del tiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora