ÉL
Aquella gélida mañana se despertó con una extraña sensación en el pecho.
El doctor Mendoza no solía creer en supersticiones, pero aquel insistente cosquilleo en el estómago lo mantenía alerta.
¿Qué significaba aquello? Era una especie de premonición que no lograba discernir con claridad.
Como ejecutivo que se respeta, odiaba la impuntualidad.
Y, aunque procuró mantener su récord de diligencia, llevaba un retraso de veinte minutos exactos.
Al bajar del auto no se fijó en el charco de agua sucia que divergía entre la acera y la calle.
Aquellos eran los signos fehacientes de una noche tormentosa, Bogotá había sufrido el clima más extraño durante aquella semana.
Su calzado, bien lustrado, terminó empañado.
¿Qué más podría salir mal ese día?
¿A caso el universo estaba conspirando en su contra?Ya estaba allí. No podía regresar a cambiarse y su secretaria era tan inútil que no era capaz d comprar ni un nuevo par de zapatos.
Quizás un ser superior estaba confabulando la enmarañada idea de un escarnio humano. Porque parecía que, ese día, todo apuntaba a alguna desgracia.
Tal vez ese "presentimiento" absurdo le estaba conduciendo a algún desastre rotundo.
Armando maldijo con frenesí y sacudió sus zapatos en un vano intento de sacar el agua que se filtró entre las aberturas de las trenzas de sus "Stacy Adams" negros.
La calle estaba llena de autos estacionados y el inservible portero olvidó guardarle un lugar al presidente de la compañía de modas.
Debió aparcar a una distancia considerable, lo suficiente para aumentar el furor que corría en sus venas.
Alzó su mirada y alcanzó a ver la imponente estructura de ladrillos que se erigía en la zona industrial de la ciudad.
Seguramente era el edificio más moderno de la capital.
Esbozó una pequeña sonrisa forzada, por lo que representaba aquel contrato que firmaría con "la doctora Pinzón".
Materiales de excelente y altísima calidad era lo que su empresa requería en ese período, y lo mejor de todo eran los precios.
Apresuró sus pasos, tratando de ignorar el asco que le producía la desagradable humedad de sus finas medias.
Era un día importante y esa mañana de penurias no lo iban a detener.
Los zapatos rechinaban al contacto con el suelo de piedras encajadas. Era completamente repugnante.
Observó su monóculo de bolsillo por un instante y su furor aumentó tanto como sus pulsaciones cardiacas.
¿Qué más podía sucederle? Ya eran suficientes infortunios.
Y sin esperarlo, como todas las sorpresas de la vida, una ráfaga de viento sacudió la zona industrial de Bogotá.

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Viernes 13 (AU)
Fanfic"Un encuentro que se repite cada siglo, desde el principio de los tiempos". Un OSito (pequeño One shot).