Quitó la montura y apretó las riendas mientras guiaba al corcel a su establo, por lo general no volvían tan pronto a casa, pero después de lo que pasó en el bar necesitaba un descanso, por si acaso; no, los borrachos no son amigables.
Tiró un poco más de las riendas, obteniendo un bufido a cambio. Asintió en comprensión y aflojó el agarre.
-Perdona chica, aun sigo algo molesto- Murmuró mientras pasaba su mano libre por la larga y oscura cresta de la yegua, esta se inclinó hacia el toque, aceptando su disculpa.
El día había sido algo duro y honestamente, estaba harto de soportar imbéciles. Pasó una mano por su cabello mientras suspiraba de alivio al ver a lo lejos el establo, su tortura casi había acabado.
Se alejó ligeramente de la yegua con la intención de abrir la gran puerta de madera. Pero debe de haber algún tipo de dios que adora joderle el día, porque para cuando quiso darse cuenta lo único que escuchó fue el chillido de su compañera seguido del seco ruido de un hueso al romperse.
-Mierda.- Decidió retroceder para ver qué había ocurrido, encontrándose a un hombre tirado en el suelo sujetando su (probablemente rota) nariz mientras lloriqueaba. Ahora, teniendo en cuenta que el hombre estaba demasiado cerca de la grupa de su animal, pudo darse cuenta fácilmente de lo que había pasado; Ese imbécil debió haber pensado que sería buena idea acercarse a su yegua por la espalda, esta debió asustarse y bueno, ya sabes...
Observó al hombre en silencio y soltó una risa mal ahogada. Fue un poco descortés de su parte, él se lo hizo saber con su mirada, pero vamos hasta un crío sabría que alguien no se acerca así a un caballo a no ser que quiera acabar en la enfermería.
Le tendió una mano, después de todo tampoco quería quedar como un completo imbécil (con la risa ya fue suficiente). Él hombre pareció dudar por un momento pero acabó aceptando, estirando su mano hacia un fuerte apretón que lo ayudó a levantarse. En realidad, ahora que se fijaba bien era un tipo bastante apuesto, claro, si no tenemos en cuenta la nariz dislocada y las manchas de sangre. Tenía su largo y desaliñado cabello amarrado torpemente, su tez era bastante pálida excepto por el suave rosa de sus labios y el marrón oscuro (casi negro) que estaba bajo sus ojos, indicando la falta de sueño...También era bastante corpulento. Claro que no es que realmente le importara, pero definitivamente era algo digno de mención.
De todas formas no parecía que el hombre perteneciera a la zona, de ser así lo habría reconocido, además su ropa era muy "moderna". Lo más probable es que fuera un tipo de ciudad, ¿el porque se fue de su ciudad para venir a en medio de la nada? Todo un misterio.
No sabía realmente cuánto tiempo estuvo observando en silencio, pero para cuando volvió a la realidad el hombre estaba alejándose furioso mientras soltaba insultos al aire. ¿Acaso se perdió algo importante?
Su yegua bufó impaciente, avisando de que debían moverse.
-Ya lo sé.- murmuró mientras volvía a agarrar las riendas y guiaba a su compañera hasta el interior del establo.