Nos encontrábamos en una tierra gris y seca, casi desértica, y completamente vacía. Lo cierto es que su apariencia le daba un aire apocalíptico, pero realmente ese sitio siempre había sido así. Nos encontrábamos en un mundo entre dimensiones, en el que conceptos como el tiempo o el espacio no existían. Un mundo tan grande y, a la vez, tan pequeño, y en el cual, no había nada más que un gran castillo, algo viejo pero elegante y de un gran tamaño, que daba una sensación de imponencia
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Dentro de aquel templo, se podía ver una extraña sala, en la cual se encontraba un extraño ser sentado en su trono, desde el cual, divisaba distintas pantallas, todas encendidas, que mostraban al mismo tiempo distintos momentos en distintas realidades, universos y líneas de tiempo, tan diversas que podían mostrar desde cosas tan simples como el día a día de un montón de animales de peluche
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Hasta grandes batallas, entre seres que con su poder y habilidades, podían romper el propio tejido de la realidad
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Mundos que podían mostrar desde la mas pura inocencia y bondad
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