Tarde de primeras veces

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Clara se encontraba arrodillada en mitad de la cocina chupando los penes erectos de ambos hombres cuando sonó el teléfono de la casa . Miró fijo a los ojos de Santiago mientras sonreía de manera perversa. Él atendió.

- Hola amor, cómo estás... si, sí por acá todo bien... Con Clari y Matías... Si... vino un rato... Dale, ya te paso... Besitos, yo también te extraño.

Clara estaba muy entretenida lamiendo una y otra vez al pene de Matías, jugaba con su punta, depositaba pequeños besos con los labios y la lengua. Apenas se acercó Santiago a ella intentó hacer lo mismo con el suyo pero no se lo permitió. Tiró de su cabello hacia atrás y negó con la cabeza. En su lugar le alcanzó el teléfono.

- Hola má... mjm, todo bien... que qué hacía... tomando helado - Santiago le golpeó la cara con su pene - Sí... riquísimo...el mío casi lo termino pero a Santi y Mati les queda... ajajaj... sí... Ahora voy a probar el de ellos... yo también te amo... beso má...

La madre de Clara había tenido que viajar por trabajo, era la primera vez que dejaba sola a su hija y si bien faltaban pocos meses para que cumpla 21 años, ella la seguía viendo como una niña pequeña e inocente. Qué equivocada estaba.

Cómo es que los tres terminaron allí en la cocina, con ella arrodillada, llevándose los penes de ambos hombres a la boca, ni ellos podrían explicarlo. Solo pasó y ninguno se resistió. Lo cierto es que hacía tiempo que Clara se sentía atraída por la nueva pareja de su madre y su inseparable amigo. Nunca le habían gustado los hombres más grandes, menos por una diferencia de casi 20 años pero cómo culparla, eran muy atractivos y distintos entre sí al mismo tiempo.

Libres de llamados telefónicos continuaron con lo que no hacía mucho habían comenzado. Los tres conservaban la totalidad de su ropa, solo Matías y Santiago tenían parte de su cuerpo descubierto y ella lo estaba saboreando. Juntó sus penes y comenzó a masturbarlos al tiempo que pasaba la lengua en ambos. Se retorcieron de placer, no solo estaban extasiados por lo que Clara estaba haciendo sino que en silencio, ambos hombres se habían excitado al contacto del otro, de la piel desnuda de sus penes rozando junto a la boca húmeda de Clara.

La ropa comenzó a molestar. En un acto veloz Santiago se quitó la remera, tanto Clara como Matías gimieron al ver su torso desnudo. La imagen era de lo más exquisita, un cuerpo trabajado, con abdominales marcados, piel clara casi rosada invadida por pequeñas pecas. Matías también tenía la necesidad de desnudarse pero se sintió intimidado por el cuerpo de su amigo, él era exáctamente lo contrario, delgado en extremo, abdomen plano, piel morena. No era la primera vez que veían sus torsos desnudos. Se conocían hace décadas, habían compartido más de una oportunidad donde sus cuerpos estuvieron libres de ropa como piscinas o playa pero nunca en un contexto así, nunca en donde el cuerpo fuera objeto de deseo. Se conocían muchísimo, podían leerse con una simple mirada, Santiago no tardó mucho en comprender lo que estaba rondando por la mente de su amigo. Sin consultarle, sujetó su remera y la quitó de forma brusca.

- Así está mejor - dijo Santiago mirándolo fijo a los ojos -

Los tres gimieron.

- Vení, faltás vos - dijo Matías con vos suaves mientras la observaba a Clara y le extendía el brazo para que se levante -

Clara obedeció, quedó en medio de ambos, era mucho más baja que ellos, se sintió atrapada entre medio de dos muros libidinosos, le gustó. Levantó los brazos y Matías, que estaba al frente suyo, removió su musculosa lo que reveló dos grandes pechos blancos como la porcelana atrapados por un brasier. Santiago, desde atrás, besó su nuca y de manera lenta, lo desabrochó. Cuando cayó al piso Clara se sintió expuesta, sus pechos estaban liberados a la vista de ambos hombres. Algo debe haber transmitido su mirada

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