9. el colchón en el piso en el dormitorio de chan

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Las palabras del flamante nuevo esposo de Jessica eran las más bonitas que Minho había escuchado en mucho tiempo, objetivamente. Hablaba de amor, de compromiso, de elecciones para toda la vida. Había centenas de copas alzadas en el salón, y el doble de ojos lagrimeando. La tía de Chris a su lado gimoteaba también, secándose constantemente las mejillas con un bonito pañuelo bordado, pero Minho no podía dejar de mirar a Chris.

Chris, con su saco caro, para el que había estado ahorrando desde que se enteró de la próxima boda de su mamá. Chris, con sus ojos humedecidos y con esa expresión de hamster constipado que ponía cuando intentaba contener la sonrisa y fallaba estrepitosamente. Chris, quien temblaba más temprano ese día en la iglesia, mientras su mamá leía sus votos. Chris, quien después de volver de saludar a su mamá por última vez antes de la ceremonia, se había dejado abrazar por Minho mientras le mostraba a escondidas las fotos del vestido blanco, y no paraba de repetir—: Se ve bonita, ¿verdad? —, intentando que no se notara las ganas que tenía de llorar. Chris, quien le había besado en la frente, el día anterior, en el tren, sin mediar explicación alguna, sin disimulo, ni culpa, ni miedo. Chris, quien le había ayudado a elegir la ropa para la boda, porque Minho tenía pánico de no estar a la altura de las circunstancias. Chris, quien, una noche, desnudo a su lado en la cama de Minho, le había contado que su mamá había pensado darle una invitación aparte para él, y que ni ella ni Sana habían disimulado la sonrisa cuando él explicó que no sería necesario, que lo llevaría de +1.

Chris, quien, cuando Des se giró hacia él y su hermana para dedicar a los tres la última parte de su brindis, todavía se sonrojó un poco.

—Pues, como mi genial hijastro dijo —dijo Yonsei, y Minho sonrió bien ancho cuando Chris se señaló a sí mismo haciéndose el sorprendido—. Sí, tú. Como Chris dijo, somos una familia ahora, y les agradezco a todos por compartir esta noche tan importante con nosotros.

Luego el ruido de los cristales, y los abrazos, y el aplauso, y Chris secándose las lágrimas antes de abrazar a su mamá y largarse a llorar otra vez.

Más tarde, en casa de los recién casados, Minho estaba echado en el sillón, intentando concentrarse en su celular para no quedarse dormido. Había llegado el día anterior a Daegu, pero pese a ser sólo un invitado más, no había quedado exento de obligaciones en aquel momento tan ajetreado. Quizá no había tenido que, como Chris, pasearse por toda la ciudad, comprando nuevos copetines a último momento. Ni, como Sana, ir a buscar personalmente a la maquilladora a quien se le había arruinado el auto.

Su colaboración consistía en entretener a los más pequeños de la familia extendida de Jessica, y para eso había tenido que levantarse muy temprano, mientras el resto de los adultos lidiaban con el salón y demás cuestiones organizativas. No es que a Minho le molestara. De hecho, le gustaba sentirse útil en un momento así, y además, después de criar a tantas hermanas, tenía facilidad con los niños.

Pero ahora que todo había pasado, y que estaban de vuelta en casa de Chris, las pocas horas de sueño y los incansables correteos por el patio de esa mañana, le pesaban, dejándolo exhausto.

Chris se sentó a su lado, pesadamente. Bostezó sin disimulo, antes de reposar la cabeza sobre su hombro.

—¿Pudieron organizar todo? —preguntó Minho mientras bloqueaba su celular y lo guardaba en el bolsillo.

—Sí, no sé cómo —respondió—, era como un tetris en el refrigerador.

Minho tarareó la musiquita del clásico videojuego, como la recordaba, y Chris rió muy fuerte, mientras se acomodaba cada vez mejor en el hueco del cuello de Minho.

bonito (para ti)_ minchan.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora