Mi pasado, tu futuro.

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- Aún después de eso, no volví a tener una relación en mi vida, no quería aceptarlo, pero mi alma me decía que pertenecía única y exclusivamente para Suguru Getō.

...

El silencio que había en la habitación del mayor era en cierta forma uno lleno de soledad, pero repleto de calma y tranquilidad. Era verdad, aquel deseo descomunal de su alma por querer exteriorizar su sentir finalmente habían sido escuchadas sus plegarias, plegarias que en aquella noche, por fin podían sentirse en libertad.

La luz de la luna llena de aquella larga noche entraba directamente a la recamara desde el inmenso ventanal a un lado de la cama, en dónde se hallaban reposando padre e hijo, sentados uno frente al otro, el menor observando con pesadumbre a su padre, quién permanecía cabizbajo.

Fushigurō tomó una de las manos de Satoru, en busca de hacerle sentir su cariño descendiente. - ¿Actualmente cómo te sientes al respecto? - preguntó, le resultaba imposible imaginar a su padre en aquella situación.

Gojō alzó un poco la mirada, aún después de abrirse emocionalmente con su adorado hijo, sabía que debía guardar la compostura ante él.

- En el momento en qué descubrí que habían serios problemas en mí, decidí tratarlos, y actualmente no creo tener trastornos de ese tipo, sin embargo, sí una gran culpabilidad, herir de aquella manera al amor de mi vida es algo que ni en mil vidas podría perdonarme.

- ¿Y por qué sigues condenándote? - preguntó casi inmediatamente a cuando Gojō terminó de hablar, haciéndolo abrir ambos ojos en toda su extensión, prestando más atención a lo que el adolescente tenía por decir. - Estoy seguro de que, si ya trataste eso y ahora Getō-san vive en paz, no es necesario atormentarse a sí mismo de esa manera, al igual que Getō-san también mereces ser feliz.

Gojō permanecía estupefacto, le resultaba gracioso que un joven al que le llevaba trece años de edad entendiera mejor las cosas desde un punto de vista sano. Negó con la cabeza para sí mismo, con una sutil sonrisa, quizás el menor tenía razón y no debía condenarse por el resto de su existencia por algo que redimió incontables veces.

Acarició el puntiagudo cabello de Megumi con una sonrisa, haciendo sonreír de igual forma al contrario.

- Quiero que ahora me cuentes tú tus sentimientos, el testimonio de vida referente a lo que has vivido hasta ahora.

El joven Fushigurō permaneció en silencio durante unos largos segundos, intentando encontrar las palabras exactas, de alguna forma sentía algo de vergüenza con su padre por tener que decir todo aquello que últimamente había estado pensando.

- La verdad es que tengo recuerdos muy vagos de mi niñez con Toji, es como si mi mente hubiese decidido bloquear todo recuerdo infeliz. Únicamente sé que al fallecer mamá, ese hombre se convirtió en un alcohólico, apostador y mujeriego, dejándome a mi suerte apenas siendo un niño. Sé que algún día podré perdonarlo, nunca le guardé rencor, sé que cayó en una fuerte depresión y yo no soy absolutamente nadie para juzgarlo. Después de eso, te conocí, si bien recuerdo, en aquella época dabas tus prácticas como profesor en escuelas primarias, te tomé y me tomaste bastante aprecio, así que decidí contarte el martirio que vivía en casa, la verdad es que aún sigo preguntándome como siendo tan joven decidiste tomar la responsabilidad de encargarte de mí, con tan sólo diecinueve años te convertiste en mi principal figura paterna. A partir de ese momento, puedo afirmar con seguridad que todo mejoró para bien, sin embargo, había un sólo detalle, siempre te encontrabas trabajando o haciendo otras cosas, sentía en ocasiones que evitabas mi cercanía, todos los eventos escolares a los que no asististe, los partidos de béisbol en los que veía a los padres de mis compañeros apoyando a sus hijos, todo eso me hacía pensar, ¿Estoy siendo un malagradecido por exigir más? No lo sé, únicamente sé que te necesito.

El mayor lo observó con pasmo, durante un segundo, vió reflejado al pequeño Satoru en su pequeño Megumi, quién permanecía calmado, pero con cierta presión en el corazón.

De un momento a otro, Gojō se abalanzó hacia su hijo en el abrazo más puro y sincero que había dado en su vida, transmitiéndole el amor y el arrepentimiento que su alma sentía.

Megumi lo observó quieto durante unos minutos, hasta que sus ojos comenzaron a cristalizarse por completo, dejando caer las primeras lágrimas, rodando por sus mejillas hasta caer en las sábanas de la recámara.

No debía condenar su pasado, sabía los errores que su madre había cometido con él, aprender a perdonar y salir adelante también era un acto de amor y madurez para la calma de un pobre corazón herido, heridas que su niño interior querían expresar en cualquier idioma. Megumi ahora era su nueva familia, una familia que debía proteger.

Compaginar con alguien era complicado, pero cuando desgracias se interponen y existe una similitud entre dichos individuos, se crea un amor filial indestructible.

Necesariamente antes de contar algo tan personal y profundo siempre debía existir el grado más alto de confianza, algo que ellos ya tenían desde hace mucho. Sin embargo, Megumi jamás llego a imaginarse tener una similitud de vida con su padre, era como si Gojō estuviese viendo de frente a su pasado, y Fushigurō como si estuviese viendo qué era lo que podría pasar si las decisiones que hoy en día le tientan llegue a lastimar en el futuro a alguien o a caer en el consumo del tabaco a tan corta edad, como hizo su padre.

Sabía que no podía juzgarlo, entendía perfectamente las razones por las que su padre actuó de tal forma y como la vida lo encaminó a tomar malas decisiones. Pero si podían usar el testimonio de ambos para salir adelante y que mutuamente se apoyasen, era algo que estaban más que dispuestos a hacer.

Con cariño, Gojō permanecía abrazado a su hijo, acariciando lentamente y con afecto su espalda, sobre su hombro podía sentir como las lágrimas del menor caían con lentitud.

Ya bastaba de condenas, era hora de alzar la mirada y caminar juntos, para admirar que podía depararles el destino de ahora en adelante.

...

𝐓𝐞𝐬𝐭𝐢𝐦𝐨𝐧𝐢𝐨 𝐝𝐞 𝐚𝐦𝐨𝐫 - 𝖲𝖺𝗍𝗈𝗌𝗎𝗀𝗎.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora