Único.

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Paul Verlaine se encontraba sentado en la mesa del comedor, absorto en sus pensamientos. Hoy era un día especial para él: acababa de ser testigo del primer amor de su querido hermano menor, Chuya Nakahara.

Tenían una situación familiar complicada, así que no eran hermanos, exactamente. Simplemente la vida los había llevado a juntarse en familia, formando un extraño vínculo entre ellos. Al principio fue complicado, pero con el tiempo Chuya había aprendido a relajarse a su alrededor y a aceptarlo como hermano. Y para Paul era igual, pues adoraba con toda su existencia al chico menor que había llegado inesperadamente a su vida. Aunque no los uniera la sangre, eran hermanos, en un vínculo probablemente más fuerte que les pudiera dar cualquier genética.

Incluso ahora, cuando Chuya atravesaba por los 16 años, volviéndose un chico rebelde y que trataba de actuar como un tipo fuerte, seguía manteniendo su aprecio por Paul, aunque había cambiado un poco. Ya no era el mismo niño que le contaba todos sus secretos a su hermano mayor, confiando ciegamente en él, y a quien acudiría para consultar cualquier asunto.

Ahora Chuya tenía las riendas de su propia vida. Paul lo sabía, y creyó que ya se había hecho a la idea de que su querido hermano menor había crecido con rapidez ante sus ojos. Pero ese día le demostró todo lo contrario.

Dejó escapar un suspiro lleno de melancolía al recordar la vista de hacía un rato. Regresaba de la universidad cuando se encontró con la cabellera pelirroja andando por la calle. Se preparó para saludarlo, pero, afortunadamente, no dijo nada. Y es que se dio cuenta justo a tiempo de que su hermano no se encontraba solo.

Se desconcertó al ver la sonrisa radiante iluminar el rostro de su hermano, y pensó en cuánto tiempo había pasado sin ver esa expresión en él. Probablemente desde que era un niño, cuando Paul llegaba a casa con un regalo para él, pues amaba sorprenderlo. Pero el corazón le dio un vuelco al ver el semblante tan alegre en Chuya, y más cuando se dio cuenta de que la amplia sonrisa estaba dedicada a un alto chico castaño a su lado.

Paul no pudo evitar mirar con recelo al chico, más aún por su apariencia tan particular. No podía evitar preocuparse por su hermano menor, y no sabía qué tan confiable sería un tipo con el cabello revuelto, ojeras bajo sus ojos, preocupantemente delgado y vendas envolviendo todo su cuerpo.

Para su desgracia, su preocupación solo aumentó cuando Chuya se acercó demasiado al castaño. Se tuvo que tapar la boca con las manos para no ordenarle a su hermano que se alejara de él. Y se alegró de haberse tapado la boca cuando Chuya se paró de puntitas y estiró su pequeño cuerpo para besar al chico, que descaradamente lo correspondió.

Pasó saliva, mientras tomaba con fuerza el vaso de agua que se sirvió una vez llegó a casa. Era normal que Chuya tuviera pareja, pues estaba justo en la edad de tener sus primeros acercamientos románticos. Y no le importaba que fuera con un hombre, en lo absoluto. Tenía la suficiente confianza con su hermano menor como para haberle contado la complicada situación en la que se encontraba con Arthur, un compañero de la universidad y con quien tenía una historia que era demasiado larga como para recordarla siquiera, pero implicaba sentimientos románticos entre ambos. Sin embargo, ¿Por qué Chuya había decidido salir con un tipo así, de todas las personas en el mundo?

Inevitablemente, dejó caer su rostro entre sus manos. Sabía que estaba juzgando al castaño sin haberlo conocido siquiera, pero era su culpa por tener esa apariencia. Además, no abrazó a Chuya durante el beso. Paul tenía todo el derecho a creer que era un imbécil por no tratar a un gran partido como lo era su hermano menor con la veneración que merecía.

Lo peor del asunto fue que Chuya notó que Paul los estaba viendo. Era de esperar, pues su hermanito tenía un gran sexto sentido, que siempre le brindaba tranquilidad pues le hacía saber que siempre estaría a salvo, pero ahora odiaba. Y es que fue tan incómodo cómo, en medio del beso con el chico, Chuya abrió los ojos y Paul sintió la mirada azul perforar su alma. Había peleado algunas veces con Chuya, pero nunca lo había visto de esa manera.

Concern. (Soukoku)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora