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Era una tarde tranquila, pero no para cierto pelinaranja que se encontraba en cama deprimido por el rechazo de su novia.
La amó desde la primera vez que la vió en persona, pues ella se aparecía en sus sueños. Se sentía solo, ya que, desde aquella vez que Envy Adams rompió con él un sentimiento de culpa y melancolía lo invadió.
No podía creer que después de todas las salidas, citas y besos que tuvo con la chica de sus sueños no significaron nada, al parecer todo fue una mentira.
─¿Qué hize mal?.─ Preguntó en voz alta a punto de llorar.
Estaba perdido en sus pensamientos analizando toda su vida, cuestionando si realmente era una buena persona. ¿En verdad era el mejor? ¿Ha madurado como el adulto joven que es? ¿Era dependiente? ¿Será por eso que lo rechazó?.
─Debo aceptarlo, soy un asco.─ Una pequeña lágrima se hizo presente.
Es flojo, no tiene un buen trabajo, toca en una banda de dudosa calidad, no gana mucho dinero y vive en la casa de su amigo gay. Pero, la peliteñida en realidad no lo dejó por todas las anteriores razones, sino porque sentía que su relación no iba a funcionar debido a que él tendría que derrotar a todos sus exs si quería algo con ella.
En eso, se oye una puerta abrirse.
─Scott, ya llegué.─ Habló el azabache.
No recibió respuesta alguna, así que se dirigió al lugar en donde creía se encontraba el antes mencionado. Y lo vió, estaba en la cama hecho bolita.
─Hola, Wallace.─ Respondió sin ganas y algo cansado.
─Dejame adivinar, ¿Ramona terminó contigo?.─ Cruzó los brazos.
─¿Tú que crees?.─ No aguantó y hundió su cara en la almohada estallando en llanto.
Se echó a su costado. ─En verdad lo siento, a veces las cosas no salen como uno quiere. Pero descuida, aquí me tienes.─
