"Existe un pueblo que los encuentra fascinantes, no por lo evidente de su poder, sino porque su existencia misma resulta anómala para quienes son normales"
A las siete de la mañana, desayuno en el comedor de varones; a las siete y media, misa en la Iglesia de Sandringham; a las ocho y cuarto, lecciones obligatorias de deporte; a las nueve y veinte, clases que duraban hasta pasado el mediodía; los sábados, para variar, confesión en la Iglesia. Podría no ser un itinerario extenuante si el príncipe restaba las reuniones semanales con el secretario del Consejo Real, las actividades de representación institucional y las extracurriculares en las que, por presión, debía participar. Deseaba volver a los años de su infancia en los que su título se reducía a portar un traje vistoso, tomar la mano de su madre y sonreírle a las personas, pues tan pronto como empezó la adolescencia, las expectativas de la familia y la idealización de la gente cayeron como rocas sobre sus hombros. Acostado boca arriba en su cama asignada junto a la ventana, se preguntaba si sería capaz de cumplir con las responsabilidades que su apellido le imponía. "Tu deber no es ser bueno", recordó las palabras de su padre. "La gente mediocre es buena. Sé excepcional, el mejor de todos los príncipes".
—El mejor de todos los príncipes... —repitió por lo bajo —El mejor de todos los Jeong.
El chirrido en la puerta, de repente, le advirtió que su burbuja de privacidad estaba a punto de explotar. Se reincorporó con rapidez, tomando asiento en el colchón, y siguió en silencio los movimientos de su compañero, que como pez en el agua, se deslizaba por la habitación 007 con gran soltura. Lo observó deshaciéndose de su saco, arrojarlo a la orilla de su cama, abrir su armario y sacar una camisa azul holgada con algunas arrugas. Frunció el ceño, pues tenía tan solo un día de conocerlo y ya había una lista de aspectos inaceptables en él que podía enumerar. Carecía de buenos modales, pues entre todas sus idas y venidas, jamás tocó ni se anunció antes de entrar; le faltaba noción sobre la organización y el orden, movía las cosas de lugar y no las acomodaba de vuelta; se entrometía en asuntos ajenos y era insensato, cosas evidenciadas en cuanto se atrevió a preguntar por su reacción en caso de que la actitud de su hermano mayor fuese descubierta para, al segundo siguiente, comenzar a carcajearse, totalmente disonante con la seriedad de la situación. "Exhibicionista, además", pensó Jeno al verlo desabotonando la camisa blanca que llevaba encima.
El muchacho dejó caer la prenda al suelo y el príncipe observó su espalda. La piel de su cuerpo era blanca y vivaz, no pálida como la suya, y lucía impecable, sin cicatrices ni manchas de pigmentación. Quizás la mejor manera de describirla era como pura. Una piel inmaculada. Ante el pensamiento, Jeno agachó la cabeza y apretó los labios. En ese momento, el muchacho volteó a verlo, por fin dispuesto a prestarle atención, y sonrió al notarlo tenso.
—¿No irás? —le preguntó, mientras se colocaba encima la delgada prenda azul —¿Se te permite faltar a tu fiesta de bienvenida?
Jeno no contestó. "Es la fiesta de mi hermana, la prepararon en su nombre", quiso decirle, pero prefirió guardar la oración en sus pensamientos. Tenía la sensación de que estaría a salvo en tanto no cruzara palabras con él.
—Me da curiosidad descubrir cuánto tiempo más puedes ignorarme deliberadamente —admitió el muchacho, tomando la actitud de Jeno con diversión.
Recogió su saco y abrió uno de los cajones de su escritorio de madera repleto de apuntes y cartas viejas, hurgó por debajo del montón de papelería y sacó una pequeña caja negra con letras verdes junto a un aparato azul, liviano y casi del mismo tamaño. El príncipe reconoció los objetos de inmediato: una cajetilla de cigarros y un encendedor. No era, por supuesto, una sorpresa que su compañero de habitación, además de carecer de virtudes, tuviese vicios. En silencio, el muchacho caminó hacia él y dejó sobre su cama el encendedor junto a uno de los cigarros.

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EL PRÍNCIPE (Nomin)
FanfictionJaemin es el hijo de un pintor con mala fama. Jeno, en cambio, trae el linaje de reyes y reinas en la sangre. Para muchos, es el único de la monarquía que vale la pena. Para Jaemin, que alguna vez estuvo muy cerca suyo, no es más que el muchacho eng...